3 de enero de 2016

Otra vez con vosotros!!!!

  A pesar de la imposibilidad de continuar con este blok, en el que tan buenos momentos he compartido con vosotros, no quiero dejar pasar la ocasión de desearos a todos unas felices fiestas. Fiestas que no tienen otra connotación -no os dejéis engañar- que celebrar el nacimiento del Niño Dios: del Verbo encarnado. Esa es, como dice la etimología del término, la mejor Buena Nueva que se ha podido dar al mundo; la esperanza de la salvación para todos y la alegría de que no estamos solos. Que todo un Dios ha querido hacerse hombre, para que tú y yo podamos divinizarnos y trascender nuestra vida. Somos, porque el Padre nos ha hecho; y en el Hijo, nos elevamos a la máxima dignidad que cualquier ser humano puede tener: pertenecemos -por el Bautismo- a la familia de Cristo. En Él somos hechos hijos de Dios en el Hijo. Por eso, hermanos míos, hemos de defender y manifestar con nuestra vida, el derecho a gozar de ese regalo. Hemos de dar ejemplo de ese sello, de ese tatuaje espiritual, que nos define como miembros y parte activa de una Iglesia que ayuda y hace el bien; que no distingue entre colores, razas ni condiciones. De ese distintivo que se manifiesta en el amor y la responsabilidad; no en la cobardía teñida de talante y prudencia. El Hijo nos ha dado a cada uno de nosotros, el testigo de la fe para transmitirlo. La voz para no callar, ni dejar que acallen su Palabra. Siempre os he dicho que es un misterio porque el Padre ha querido necesitarnos, pero así ha sido. Nos ha hecho partícipes de su ministerio, de su Redención. Por eso esa Navidad, delante del portal junto a los Reyes Magos que vencieron todas las dificultades y los desánimos que sintieron en el camino, hemos de decirle al Infante Sagrado, que puede contar con nosotros. Que no le dejaremos abandonado ante la indiferencia, el acoso y la brutalidad de aquellos que, como Herodes, intentan terminar con su ministerio. Cada día, a su lado, será un crecer en la caridad y la fortaleza; porque cada día, formaremos parte de Él a través de la Eucaristía. Y cuando llegue ese momento -inevitable- de vivir la cruz, nos abrazaremos a sus pies, en el Calvario, para que su Sangre nos limpie y nos de fuerza y consuelo. Allí, y sólo allí, entendemos los porqués; y nos reconfortamos con la Resurrección que nos recuerda que, para Dios, todo es posible.
Hermanos míos, de aquí y de allí, una feliz Navidad. Hoy comenzamos otra vez, después de mil caídas. No os desalentéis; el Señor nos conoce, y nos quiere con nuestras limitaciones. Es un Niño que quiere que le demos un lugar en nuestro corazón. Estás dispuesto? Y si no lo estás...Qué estás celebrando?