9.
TESTIGOS HEROICOS.
Quiero, ante
esto, traer a colación la experiencia, manifestada en el libro “ Cinco panes y
dos peces” de Francisco Nguyen Van Thuan, Obispo de Nhatrang, en el centro de
Vietnam, cuando escribió este testimonio y posteriormente fue nombrado Cardenal, por su SS.. Juan Pablo
II. Hoy está, tras su muerte, en proceso de beatificación. Él fue un hombre de
nuestros días; un contemporáneo, que vivió en el dolor y la tribulación su fe
como testimonio intemporal de los testigos de Cristo. Como manifestación de que
la fe y la coherencia cristiana, no son letras que rellenan espesos libros de
teología; sino el día a día cotidiano de un discípulo enamorado de Jesucristo,
que supo encontrar, en el sufrimiento, el motor de su vocación y la fuerza de
su amor.
Cuando los
comunistas llegaron a Raigón, le hicieron saber que consideraban que su
nombramiento, como Obispo, era fruto de un complot entre el Vaticano y los
imperialistas; para organizar la lucha contra el régimen comunista. Tres meses
después, fue llamado al palacio presidencial para ser arrestado: era el día de
la Asunción de la Santísima Virgen, el 15 de Agosto de 1975. Al principio tuvo
un arresto domiciliario, donde no se le permitía ejercer como pastor de su
diócesis y donde, nuestro obispo, fue
iluminado por el Espíritu Santo para, como san Pablo, hacer llegar su mensaje a
las comunidades cristianas perseguidas, a través de unas cartas. Muchas veces
comentó que, ante el desánimo, la Gracia le dio la energía para trabajar y
continuar sin desfallecer, aún en los momentos de más desesperanza.
Posteriormente,
fue encarcelado por un régimen que deseaba con todas sus fuerzas -por lo que
ello significaría- romper, a la vez que su voluntad, su fe. Ante la realidad
que se avecinaba, Nguyen Van Thuan escribió una oración que, al recitarla, era
como un bálsamo en su corazón; y ha quedado como testimonio ante la adversidad:
PRESO
POR CRISTO.
“Jesús,
Ayer
por la tarde, fiesta de la Asunción de María,
fui
arrestado.
Transportado
durante la noche de Raigón
Hasta
Nhatrang
A
cuatrocientos kilómetros de distancia,
En
medio de dos policías
He
comenzado la experiencia de una vida
De
prisionero.
Hay
tantos sentimientos confusos
En
mi cabeza:
Tristeza,
miedo, tensión;
Con
el corazón desgarrado
Por
haber sido alejado de mi pueblo.
Humillado
recuerdo las palabras
De
la Sagrada Escritura
“Ha
sido contado entre malhechores” (Lc.22,37)
He
atravesado en coche
Mis
tres diócesis: Saigón, Phanthiet, Nhatrang,
Con
profundo amor a mis fieles,
Pero
ninguno de ellos sabe que su pastor
Está
pasando la primera etapa de su Vía Crucis
Pero
en este mar de extrema amargura
Me
siento más libre que nunca.
No
tengo nada, ni un céntimo,
Excepto
mi rosario
Y
la compañía de Jesús y María.
De
camino a la cautividad he orado:
“Tú
eres mi Dios y mi todo”.
Jesús,
Ahora
puedo decir como san Pablo:
“Yo,
Francisco, prisionero de Cristo
“Ego
Franciscus, vinctus Jesé Christi
Pro
vobis” (Ef.3,1)
En
la oscuridad de la noche,
En
medio de este océano de ansiedad,
De
pesadilla, poco a poco me despierto.
“Debo
afrontar la realidad”
“Estoy
en la cárcel. Si espero
El
momento oportuno
De
hacer algo verdaderamente grande,
¿Cuántas
veces en mi vida se me presentarán
Ocasiones
semejantes?
No,
aprovecho las ocasiones
Que
se presentan cada día
Para
realizar acciones ordinarias
De
manera extraordinaria”
Jesús,
No
esperaré, vivo el momento presente
Colmándolo
de amor.
La
línea recta está formada por millones de puntitos unidos entre sí.
También
mi vida está integrada
Por
millones de segundos
Y
de minutos unidos entre sí.
Dispongo
perfectamente de cada punto
Y
mi línea será recta.
Vivo
con perfección cada minuto
Y
la vida será santa.
El
camino de la esperanza está enlosado
De
pequeños pasos de esperanza.
La
vida de esperanza está hecha
De
breves minutos de esperanza.
Como
Tú , Jesús, que has hecho siempre
Lo
que agrada a tu Padre.
Cada
minuto quiero decirte:
Jesús
te amo; mi vida es siempre
Una
“nueva y eterna alianza” contigo.
Cada
minuto quiero contar
Con
toda la Iglesia:
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.”
Residencia obligatoria
Cay.Von (Nhatrang, Vietnam central)
Después
vinieron las tribulaciones en Raigón; el arresto; le llevaron de vuelta a su
primera diócesis donde vivió el cautiverio más duro, no lejos del obispado. Y
allí, en la oscuridad de su celda, oía las campanas de la Catedral, donde pasó
ocho años. Después en la bodega de un barco, hacinado con mil quinientos
prisioneros hambrientos y desesperados, pasó al campo de reeducación de
Viñh-Quang, en las montañas. Para romper su voluntad y su fuerza, estuvo nueve
años aislado, sólo con dos guardias, sin trabajo; caminando en la celda desde
la mañana hasta la noche, para no ser destruido por la artrosis, mientras
intentaban arrastrarlo al límite de la locura.