18 de abril de 2015

¡Testigos heroicos!

   9. TESTIGOS HEROICOS.


   Quiero, ante esto, traer a colación la experiencia, manifestada en el libro “ Cinco panes y dos peces” de Francisco Nguyen Van Thuan, Obispo de Nhatrang, en el centro de Vietnam, cuando escribió este testimonio y posteriormente  fue nombrado Cardenal, por su SS.. Juan Pablo II. Hoy está, tras su muerte, en proceso de beatificación. Él fue un hombre de nuestros días; un contemporáneo, que vivió en el dolor y la tribulación su fe como testimonio intemporal de los testigos de Cristo. Como manifestación de que la fe y la coherencia cristiana, no son letras que rellenan espesos libros de teología; sino el día a día cotidiano de un discípulo enamorado de Jesucristo, que supo encontrar, en el sufrimiento, el motor de su vocación y la fuerza de su amor.


   Cuando los comunistas llegaron a Raigón, le hicieron saber que consideraban que su nombramiento, como Obispo, era fruto de un complot entre el Vaticano y los imperialistas; para organizar la lucha contra el régimen comunista. Tres meses después, fue llamado al palacio presidencial para ser arrestado: era el día de la Asunción de la Santísima Virgen, el 15 de Agosto de 1975. Al principio tuvo un arresto domiciliario, donde no se le permitía ejercer como pastor de su diócesis  y donde, nuestro obispo, fue iluminado por el Espíritu Santo para, como san Pablo, hacer llegar su mensaje a las comunidades cristianas perseguidas, a través de unas cartas. Muchas veces comentó que, ante el desánimo, la Gracia le dio la energía para trabajar y continuar sin desfallecer, aún en los momentos de más desesperanza.


   Posteriormente, fue encarcelado por un régimen que deseaba con todas sus fuerzas -por lo que ello significaría- romper, a la vez que su voluntad, su fe. Ante la realidad que se avecinaba, Nguyen Van Thuan escribió una oración que, al recitarla, era como un bálsamo en su corazón; y ha quedado como testimonio ante la adversidad:


PRESO POR CRISTO.

  “Jesús,
Ayer por la tarde, fiesta de la Asunción de María,
fui arrestado.
Transportado durante la noche de Raigón
Hasta Nhatrang
A cuatrocientos kilómetros de distancia,
En medio de dos policías
He comenzado la experiencia de una vida
De prisionero.
Hay tantos sentimientos confusos
En mi cabeza:
Tristeza, miedo, tensión;
Con el corazón desgarrado
Por haber sido alejado de mi pueblo.
Humillado recuerdo las palabras
De la Sagrada Escritura
“Ha sido contado entre malhechores” (Lc.22,37)
He atravesado en coche
Mis tres diócesis: Saigón, Phanthiet, Nhatrang,
Con profundo amor a mis fieles,
Pero ninguno de ellos sabe que su pastor
Está pasando la primera etapa de su Vía Crucis
Pero en este mar de extrema amargura
Me siento más libre que nunca.
No tengo nada, ni un céntimo,
Excepto mi rosario
Y la compañía de Jesús y María.
De camino a la cautividad he orado:
“Tú eres mi Dios y mi todo”.
Jesús,
Ahora puedo decir como san Pablo:
“Yo, Francisco, prisionero de Cristo
“Ego Franciscus, vinctus Jesé Christi
Pro vobis” (Ef.3,1)
En la oscuridad de la noche,
En medio de este océano de ansiedad,
De pesadilla, poco a poco me despierto.
“Debo afrontar la realidad”
“Estoy en la cárcel. Si espero
El momento oportuno
De hacer algo verdaderamente grande,
¿Cuántas veces en mi vida se me presentarán
Ocasiones semejantes?
No, aprovecho las ocasiones
Que se presentan cada día
Para realizar acciones ordinarias
De manera extraordinaria”
Jesús,
No esperaré, vivo el momento presente
Colmándolo de amor.
La línea recta está formada por millones de puntitos unidos entre sí.
También mi vida está integrada
Por millones de segundos
Y de minutos unidos entre sí.
Dispongo perfectamente de cada punto
Y mi línea será recta.
Vivo con perfección cada minuto
Y la vida será santa.
El camino de la esperanza está enlosado
De pequeños pasos de esperanza.
La vida de esperanza está hecha
De breves minutos de esperanza.
Como Tú , Jesús, que has hecho siempre
Lo que agrada a tu Padre.
Cada minuto quiero decirte:
Jesús te amo; mi vida es siempre
Una “nueva y eterna alianza” contigo.
Cada minuto quiero contar
Con toda la Iglesia:
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.”



Residencia obligatoria
Cay.Von (Nhatrang, Vietnam central)


   Después vinieron las tribulaciones en Raigón; el arresto; le llevaron de vuelta a su primera diócesis donde vivió el cautiverio más duro, no lejos del obispado. Y allí, en la oscuridad de su celda, oía las campanas de la Catedral, donde pasó ocho años. Después en la bodega de un barco, hacinado con mil quinientos prisioneros hambrientos y desesperados, pasó al campo de reeducación de Viñh-Quang, en las montañas. Para romper su voluntad y su fuerza, estuvo nueve años aislado, sólo con dos guardias, sin trabajo; caminando en la celda desde la mañana hasta la noche, para no ser destruido por la artrosis, mientras intentaban arrastrarlo al límite de la locura.