30 de diciembre de 2012

¡Fieles en lo poco!

Evangelio según San Lucas 2,41-52.

  Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
  Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
  Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
  Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
  Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
  Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
  Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?".
  Ellos no entendieron lo que les decía.
  El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
  Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



COMENTARIO:


  Lucas, como siempre, esconde en su Evangelio puntos de meditación impostantísimos para nosostros. Observar el desespero de María y  José cuando no encuentran al Niño, buscándolo entre parientes y conocidos; nos sigue confirmando el grado de sacrificio y renuncia que Dios ha exigido a esta Sagrada Familia, para que se cumpla en nosotros la promesa de la salvación. Porque Jesús les anuncia que su vida -como ocurrirá en parte con la de ellos- va ser cumplir la voluntad de su Padre: una renuncia constante a los planes propios por amor a los hombres; amor que culminará muriendo en una cruz, para que nosotros tengamos vida eterna.

  A la vez, este versículo, tiene que ser un claro ejemplo y un acicate en nuestras vidas al observar que, ante la pérdida de Jesús, todos los esfuerzos son pocos para recuperarle. Muchas veces, por las circunstancias que nos rodean y porque cedemos a la tentación, podemos darnos cuenta de que el Señor está muy lejos de nuestro corazón. No importa; Él cuenta con eso...Nos conoce. Sólo espera que cuando tomemos conocimiento de ello, en el silencio de nuestra conciencia, retomemos el camino y, consultando a aquellas personas que pueden ayudarnos, lo busquemos en los lugares donde sabemos que podemos encontrarlo: los Sacramentos, la Palabra, la Oración y el Sagrario. Él siempre nos espera, escuchándonos y haciéndonos preguntas, cuyas respuestas nos cambiarán la vida.

  Lucas sigue contándonos que, una vez lo encontraron, volvieron a Nazaret, donde el Hijo de Dios les estaba sujeto porque continuó con su vida de una forma natural; sin llamar la tención. Sólo crecía en Gracia, preparándose para el momento de su manifestación mesiánica. Así debe ser nuestra existencia: sabiendo convertir en divinas las cosas pequeñas de nuestro devenir terreno.

  Fieles en lo poco; creciendo en una profunda vida espiritual y sacramental; preparándonos para cuando el Señor nos llame a dar testimonio suyo. No sabemos cuando será, pero hemos de estar preparados: sin ruidos, sin estridencias... Jesús era uno más en Nazaret uno más de nosotros y con nosotros. Tú, como yo, hemos de transmitir a los demás el "buen olor de Cristo", haciendo de nuestro trabajo -como hacía Jesús- momentos de oración y cercanía. Hagamos de nuestra vida junto al Señor, un camino de fe y esperanza para todos aquellos que quieran salir en busca de Dios.