5 de diciembre de 2012

¡Lo que vale una mujer!

  

  Me ha llegado un e-mail que, como muchos, me ha hecho pasar un rato agradable pero, a diferencia de otros, ha sido capaz de hacerme trascender el propio envío y ayudarme a lograr un buen rato de meditación. Por ello, porque me ha enriquecido como persona y esto es educación, he decidido transmitíroslo.


   “Se encuentra Dios creando a la mujer y un ángel, curioso, se le acerca para que le informe sobre la obra que realiza: El Señor le cuenta que es un ser muy productivo, que casi funciona con una dieta de sobras; que tiene un regazo donde es capaz de acomodar a la vez a cuatro niños y sus besos curan desde una rodilla hasta un corazón roto. Y todo ello con sólo dos manos. Se cura sola cuando está enferma y hace jornadas de 18 horas. Es suave, pero fuerte. No sólo piensa, sino que razona y negocia. Tiene lágrimas donde expresa su dicha, su pena, su desengaño, su amor, su soledad y su sufrimiento ¡Es maravillosa! Aguanta dificultades, lleva grandes cargas, pero tiene felicidad, amor y dicha. Tiene fuerzas que maravillan a los hombres. Lucha por lo que cree y se enfrenta a la injusticia. No acepta un “no” por respuesta cuando cree que hay una respuesta mejor. Se priva para que su familia pueda tener. Ama incondicionalmente. Su corazón se rompe cuando muere una amiga y sufre con la pérdida de un ser querido, sin embargo es fuerte cuando piensa que no hay más fuerzas. Sabe que un beso y un abrazo pueden ayudar a curar un corazón roto. Sin embargo, dijo Dios con pena, tiene un defecto; ¡Se le olvida cuanto vale!”


  Al terminar de leerlo me acordé de una idea que repitió Edith Stain a lo largo de su vida. Cualquiera que fabrica un utensilio, sabe con anterioridad para qué lo va a utilizar y por tanto las piezas que le pone están en función de esta finalidad: Pues bien, la santa mantenía que cuando Dios creó a la mujer destinada a ser madre de la humanidad y compañera complementaria del hombre, puso en su naturaleza todos los elementos para poder llevar a cabo su misión, su vocación.


   La maternidad es algo más profundo que una configuración física, determinando el modo de ser de la mujer, permitiendo que su modo de conocer la realidad sea instintivo y experimental, empatizando con los demás con mucha facilidad, cargada de sentimiento y corazón. Dios en la creación dio una triple vocación común al hombre y la mujer: dominio y cuidado de la creación; continuidad de la especie y cumplimiento de la voluntad de Dios. La distinción viene dada por el modo peculiar de realizarlo en cada uno de los sexos, a través de esas características fundamentales que nos diferencian.


  Por eso quiero recordar a las mujeres desde aquí que Dios, pudiendo escoger otra manera de llevar a cabo su Redención, quiso encarnarse, hacerse carne, de la carne de María, una mujer. Quiero recordar a las mujeres, y que me perdonen los hombres, la riqueza tan inmensa que es ser mujer a los ojos de Dios. Quiero recordar a las mujeres lo absurdo de olvidarlo, cuando el propio Dios nos lo manifiesta. Quiero recordar a las mujeres que no me siento igual que un hombre, salvo en  dignidad y en  derechos, porque justamente esas diferencias, no sólo genéticas, que nos hacen complementarios son mi riqueza y mi orgullo.    

Ana Mª Traver.