7 de diciembre de 2012

¡Veremos la Luz!

Evangelio según San Mateo 9,27-31.

  Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: "Ten piedad de nosotros, Hijo de David".
  Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: "¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?". Ellos le respondieron: "Sí, Señor".
  Jesús les tocó los ojos, diciendo: "Que suceda como ustedes han creído".
  Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: "¡Cuidado! Que nadie lo sepa".
  Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.


COMENTARIO:

  San Mateo, en este Evangelio, manifiesta el hecho más importante que entraña la Navidad: la venida de la Luz al mundo; un mundo que estaba a oscuras porque el pecado cegaba nuestros ojos.

  Sin embargo, y como siempre en las cosas de Dios, no hay evidencias fáciles, sino búsquedas esperanzadoras que descansan en la antigüa Revelación cumplida: Isaías nos recordaba que los ojos de los ciegos verían, sin tinieblas ni oscuridad, cuando llegara el momento de la encarnación del Hijo del hombre.

  Y ese momentó llegó en Belén, escondida la majestad en la historia cotidiana que hay que buscar, para que nuestra vida ordinaria se convierta en santidad.

  La Luz, que andaba por los senderos de Palestina, esperando abrir los párpados de aquellos que no se conformaban con una vida sin color, aferrándose a Él para caminar seguros.

  Hoy, seguimos sin ver; tal vez nuestras miserias levantan tanto polvo ante nosotros que somos incapaces de vislumbrar en nuestra alma la figura de Aquel que sigue preguntándonos cada día, en el silencio de la oración: "¿Crees que yo puedo hacer lo que me pides?".

  ¿Qué pasaría si un día nos frotaramos los ojos y despacio, desde lo más profundo de nuestro corazón le respondiéramos que sí?. Creedme, estoy segura que en ese momento...veríamos la Luz.