E P Í L O G O
Estuve el domingo con la madre de una amiga
mía, que sufre Alzheimer. Desde su mundo, hablamos un rato sin poder compartir
los recuerdos que la enfermedad le ha robado; y recordé unas palabras que oí
hace un tiempo, referentes a que el Señor no nos juzgará ni por nuestra
memoria, ni por nuestra cabeza, sino por el tamaño de nuestro “corazón”: por el
amor que hayamos puesto en todos nuestros actos. Y eso me dio mucha paz, porque
mi interlocutora lo ha tenido tan grande, que casi no le ha cabido en el pecho.
Ése es nuestro Dios, desconocido para muchos
que lo ven como una entelequia, y mal comprendido por otros que no han sabido
abstraer El fondo divino del compromiso humano, latente en la forma.
Pienso
muchas veces que si las mujeres hubiéramos escrito el Evangelio, tal vez
hubiera sido más fácil. Puede que el mensaje doctrinal no hubiera sido tan
profundo, pero estoy convencida que la transmisión de esos gestos y esas
miradas, que fueron capaces de remover corazones tan apegados a sus miserias,
como por ejemplo el de María Magdalena, nos inundarían el alma de alegría ¡Qué
se le va a hacer! ¡Dios sabe más!
Pero lo que sí podemos, es transmitirlo con
todo el amor del que somos capaces, ilusionando a los que nos escuchan y
esperanzando a los que caminan a nuestro lado. Podemos y debemos, ser las espuelas que ayuden a que “los pura
sangre” no se conformen con ir al trote, sino que galopen en libertad por las
verdes praderas de la vida.
No quiero terminar este libro sin compartir
con vosotros una imagen que se me quedó grabada en el alma. En una Iglesia de
mi pueblo, existe una escultura de la Virgen sosteniendo al Niño Jesús, que
comienza a dar sus primeros pasos, de ambas manitas para que no se caiga. Tened
siempre presente en la oración, que María es Esa Madre, don de Dios, que no nos
dejará caer en los constantes tropiezos de nuestro caminar terreno ¡Ánimo pues,
amigos míos! Leed, consultad, buscad y si contribuyo en algo con estas humildes
líneas a que encontréis, podré terminar con la misma frase que comencé este
libro: soy feliz porque tengo “EL DEBER CUMPLIDO”.