9 de febrero de 2015

¡Ánimo, que llegamos tarde!

Queridos: quiero pediros disculpas por la tardanza en colgar el comentario del Evangelio, pero hemos tenido problemas con el servidor, que ya han sido subsanados. Gracias por vuestra paciencia.




Evangelio según San Marcos 6,53-56.


Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.
Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los
dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.

COMENTARIO:

  Este corto Evangelio de san Marcos, tiene tres puntos importantes que creo que deben ser meditados en profundidad. Nos dice el texto que la gente reconocía enseguida a Jesús; justo en aquellos momentos, en los que no había medios de comunicación que difundieran con rapidez, ni las noticias ni las imágenes. Cierto es que el Señor había hecho muchos milagros alrededor del mar de Galilea, pero sólo los comentarios de aquellos que se habían acercado para verle y escucharle, habían sido la causa de la difusión que dio pie, a que muchos se interesaran por su Persona.

  Pero todos esos que lograron despertar interés por el Maestro y que lograron que, a pesar de las dificultades del camino, los habitantes de la región de Genesaret se desplazaran con sus enfermos, buscando con fe la proximidad salvadora del Hijo de Dios, tuvieron que detallar muy bien las características íntimas y personales de Jesús para que, al verlo, no tuvieran dudas. Sabemos, porque siempre se le distinguía entre la multitud, que debía ser alto; por lo menos, más alto que la media de sus conciudadanos. Delgado, porque era un Hombre frugal en sus comidas; y atlético, porque andaba muchísimo para llegar a pie a todos los lugares, donde predicaba su mensaje. Salvo en aquellos sitios donde era preciso cruzar el lago y, como bien sabéis, entonces utilizaba la barca de sus apóstoles. Era valiente, porque nada le detenía para llevar a cabo su misión; y a la vez, prudente e inteligente, porque sabía esperar el momento oportuno y, con sus palabras, poner en su sitio a aquellos que querían desprestigiarle. Virtuoso en cada momento preciso: es decir, paciente en lo que requería espera, templado en la discusión, comprensivo con el error ajeno y, sobre todo, misericordioso con el sufrimiento humano.

  Pero si había algo que hacía especial en su Humanidad a ese Jesús de Nazaret, era su mirada. Esos ojos profundos que cuando se posaban en alguien, le removían el alma. Nos dice Lucas que, cuando prendieron al Señor y Pedro le negó tres veces, al girarse el Maestro y mirar a su discípulo, éste no pudo contener su dolor, y lloró amargamente. O esa mujer, María Magdalena, acostumbrada al contacto con muchos hombres que, cuando descubrió lo que de verdad era un Hombre, al encontrarse con la mirada limpia y clara de Cristo, se arrepintió y cambió su vida; formando parte de aquellas santas mujeres que siguieron al Señor, no sólo hasta su muerte, sino tras su Resurrección como altavoces de su doctrina, propagando como Iglesia, la llegada del Reino. O aquel Simón de Cirene, que a regañadientes sujetó la cruz de Jesús y al contemplarle en su dolor, comprendió la inmensidad de su sacrificio y se hizo cristiano.


  Con todo eso quiero deciros que nosotros, que hemos conocido al Hijo de Dios a través de la Palabra de aquellos que han estado a su lado y han recibido la Luz del Espíritu, y de la realidad sacramental, hemos de ser capaces –como aquellos primeros- de lograr que todos los que nos rodean, sean capaces de conocer al Señor sin verlo. A través de nuestro mensaje, de nuestro testimonio, de nuestro amor. No todo el entendimiento es sensorial, sino que la mayoría es racional e histórico; pues bien, si hemos interiorizado a Cristo en nuestro corazón, y conocemos su trayectoria temporal en este mundo, no podemos tener problemas para dar razones de su Persona, a todos nuestros hermanos. No os desaniméis por las dificultades, porque Él está con nosotros ¡Ánimo, que llegamos tarde!