1 de julio de 2015

¿Os extraña lo que tenemos?

Evangelio según San Mateo 8,28-34. 


Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino.
Y comenzaron a gritar: "¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?"
A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo.
Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara".
El les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados.
Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio. 

COMENTARIO:

  En este Evangelio de san Mateo, podemos apreciar varios puntos que tal vez con una lectura rápida, nos pasarán desapercibidos. Ante todo, y para no crear confusiones, creo que es bueno aclarar que el escritor sagrado denomina al lugar donde se encuentra Jesús y sus discípulos, después de haber desembarcado, la región de los “gadarenos”; mientras que cuando san Lucas nos cuenta ese mismo episodio, la denomina “de los gerasenos”. Nada tiene de raro, ya que Gerasa estaba muy cerca de Gedara, y ambas ciudades eran limítrofes con el lago. Seguramente el Señor realizó el milagro, en un camino que equidistaba de ambos lugares. Y eso, que puede pareceros que es un dato sin importancia, es bueno que lo conozcáis para que nunca penséis que puede ser un error de transcripción o, simplemente, una mentira. Ya que como veis, a pesar de que el Padre ha dejado que sus hijos transmitieran su Palabra de forma acorde a su personalidad y su cultura, siempre ha sido bajo la inspiración del Espíritu Santo. Por eso Mateo lo sitúa, a su criterio, más cerca de Gedara, y Lucas más cerca de Gerasa; porque para ellos, lo que de verdad tiene importancia, es lo que allí sucedió. Y eso está explicado de la misma forma y manera, por ambos.

  Hasta ahora hemos visto como el Maestro obraba milagros en la tierra de Palestina; entre aquellos que conocían la Escritura, o que esperaban al Mesías. El mismo Cristo nos ha dicho que el acto de fe debe preceder al milagro; y que por ello, todos los que han recibido una gracia sobrenatural, han demostrado con anterioridad que rendían su voluntad al poder divino de Jesús. El Señor no quiere una fe, cuya base sea la evidencia de un hecho; porque Él espera nuestra entrega a su Persona, por amor.  Como aquellos amantes que se conocen por carta, o que hablan por teléfono con asiduidad; y así se van descubriendo… El Señor quiere que pongamos nuestra confianza en su Palabra y nuestra seguridad en su Providencia.

  Sin embargo, aquí observamos que Jesús ha ido a tierra de paganos, donde nadie le esperaba y era poco conocido. De esta manera tan simple, el Hijo de Dios demuestra a los suyos que aquellos que están en pecado y no pertenecen al Pueblo de Israel, también los necesitan. Que aunque no lo sepan y no quieran reconocerlo, precisan de su mensaje para romper las cadenas que les atan al diablo que ha hecho de su interior, su feudo. Y, justamente, son los demonios los que descubren al Señor en su total realidad: tanto divina, como humana. Porque no hablan de Él como del Mesías, sino que van más allá y revelan la realidad trinitaria de Dios, al percibir en Cristo al Hijo de Dios, al Verbo encarnado. Y es entonces, en un lugar perdido, donde Jesús demuestra todo su poder; poder que alcanza a las fuerzas diabólicas, que se rinden ante su Palabra.

  No podemos pasar por alto, esa frase que los servidores de Satanás le dicen al Maestro, y que nos abre la luz al conocimiento de su misión redentora: “¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?” Ellos saben que llegará el momento en el que Jesucristo, cosido libre y voluntariamente al madero por amor, liberará a los hombres del pecado y les devolverá la vida eterna. Que llegará ese instante, desconocido para todos, en que se hará patente la victoria final de Dios, en su Hijo; y Satanás perderá todo poder sobre el hombre. Ya no habrá más tiempo, porque el tiempo habrá cumplido su finalidad cómo espacio meritorio para que el género humano decida donde quiere gozar, o padecer, la eternidad. Esos segundos en los que cada uno recibirá el fruto de lo que haya sembrado. No habrá ni un “espera”, ni un “quizás”; sólo la Evidencia que hará realidad la fe vivida.

  No quiero que paséis por alto la actitud de aquellos que tenían al demonio dentro de sí; ya que el texto los describe como feroces. Y es que no gozar de la paz de Dios, conlleva una guerra interna y personal que nos destruye. Quien no participa de la Gracia, termina condenado a sufrir la ira, el rencor, el egoísmo, la violencia y la intransigencia, que son conductas propias de los que están en pecado. Porque aunque os parezca mentira, y penséis que no tiene tanta importancia, pecar es haber dado cabida en nuestro interior al demonio; habernos sentado a dialogar con él; haber coqueteado con la tentación, y sucumbido a sus deseos. Y eso, hermanos míos, es haber apartado a Jesús de nuestro lado.

  Si el Maestro es el amor, la belleza, la bondad, la misericordia, la paz…no tenerlo, significa carecer de esas propiedades. Y la falta de todas ellas, sólo nos lleva a un futuro violento, negro y destructivo. Y por si no lo habéis notado, ese es el mundo que nos rodea; un mundo que no ha parado hasta sacar a Dios de todas sus instituciones, tanto naturales como sociales. Entonces ¿Os extraña lo que tenemos? Pero ser cristiano es ser optimista y alegre, porque disfrutamos el convencimiento de que el Señor no nos abandona. Por eso estamos a tiempo de corregir nuestros errores, y volver a poner a Cristo en el lugar que le corresponde. Seamos testigos de su presencia, con nuestra presencia; mostrando con los hechos, lo que anida en nuestro corazón: en la familia, el trabajo, el ocio, o el descanso.


  No hagáis nunca como aquellos gerasenos, que al percibir que el bien que el Maestro había hecho repercutía en su economía, le pidieron que se fuera. Tengamos siempre claras nuestras prioridades; porque ante cualquier deseo, posesión, proyecto o circunstancia, está la voluntad de Dios. No olvidemos que en esta tierra, todo lo que El Padre ha creado está en función de la persona humana; porque no hay nada más importante para Dios que el hombre, y su verdadera felicidad. Tú y yo, nos hemos comprometido con Él para ayudar a que esto sea así: material y espiritualmente. Por favor, no lo olvides nunca; de eso depende el bienestar de la humanidad.