CARTA A LOS ROMANOS:
Ésta es la más
larga del epistolario de san Pablo, y suele considerarse la más importante; ya
que en ella el Apóstol expone puntos cardinales de su doctrina acerca de la
obra redentora de Cristo y de la vida cristiana. Los manuscritos del
epistolario paulino la presentan en primer lugar, desde el testimonio del
papiro más antiguo (siglo II d.C.) hasta los códices de la Edad Media (siglos
XIV-XV). Este hecho es el reflejo de la consideración que se le atribuyó a la
carta como obra maestra del Apóstol, desde los tiempos antiguos; constituyendo
una carta en forma de tratado, centrado en la salvación aportada por Cristo;
salvación que es puro don de Dios y que se alcanza a través de la fe y no por
el cumplimiento de las prescripciones de la Ley de Moisés. El resto de las
cartas que vienen a continuación en el Nuevo Testamento nos ofrecen la
posibilidad de profundizar en algunos aspectos de la doctrina contenida en
Romanos. La carta, aunque unitaria en su conjunto, puede ser dividida en cuatro
partes:
·
El prólogo: En un saludo, Pablo se presenta como
servidor de Jesucristo
·
Parte doctrinal: Describe un panorama de la humanidad
alejada y enemistada con Dios, tras la caída de Adán. Al contemplar la
degradación moral de los gentiles y también los pecados de los judíos,
manifiesta la absoluta necesidad de la Redención de Cristo para alcanzar el
perdón y la Gracia de Dios. Esta primera exposición doctrinal se cierra con la
evocación de Abraham que fue justificado por la fe, antes de la Ley. La
humanidad caída, sometida a las fuerzas del pecado, la muerte , la carne y la
ley, sólo podrán librarse de ellas por la Redención llevada a cabo por Cristo
Jesús, y sólo podemos adherirnos a ella por la fe, que es un don gratuito de
Dios y no efecto de las obras. Pero una vez alcanzada la fe -mediante el Bautismo que injerta al
cristiano en Cristo- pueden y deben
hacer el bien, con la gracia del Espíritu Santo que habita en ellos y completa
la obra de la justificación realizada por Cristo, haciéndoles santos e hijos
adoptivos del Padre. Se hace una extensa consideración de la infidelidad del
Pueblo de Israel, de la elección de un nuevo pueblo y la conversión final de un
resto de Israel. Termina la parte doctrinal con un himno a la Sabiduría de Dios
y con una doxología.
·
Parte Moral: En esta segunda parte, Pablo aplica la
doctrina, anteriormente expuesta, a la vida y conducta del cristiano. Vienen,
entonces, como conclusión, las exigencias morales de la fe, de la “vida en el
Espíritu” y los consejos prácticos para conducirse en medio del mundo y al que
hay que llevar a la salvación.
·
El epílogo de la carta incluye dos secciones: En la
primera san Pablo da noticias de sus planes de viaje y en la segunda se despide
afectuosamente de muchos cristianos, varones y mujeres, de la comunidad de
Roma. La carta se cierra con una solemne doxología.
Romanos pertenece al
grupo de las cartas que todos, sin excepción, han considerado auténticas de san
Pablo y que representan la sustancia de la teología del Apóstol. La carta
parece datada en el invierno-primavera del año 57-58 d.C., cuando Pablo
preparaba debidamente su llegada a Roma, escribiendo desde Corinto. No sabemos
cuando comenzó la comunidad cristiana de Roma, pero debía contar de una
relativa antigüedad, pues san Pablo habla de que “hace muchos años que siento
un gran deseo de ir donde vosotros” y que “vuestra fe es alabada en todo el
mundo”. Sabemos, por la historia general, que las comunicaciones de Palestina
con Roma -había allí varias sinagogas
judías- eran frecuentes en aquella época
por mar y tierra; haciendo, estas circunstancias, razonable la suposición de
que algunos cristianos de Judá y regiones limítrofes llegaran a la capital del
imperio por diferentes motivos, entre ellos comerciales, y es posible que por
esta causa, la comunidad cristiana de Roma
-formada por fieles de procedencia judía o gentil- fuese más conservadora de las tradiciones
judaicas que las fundadas por Pablo en Oriente. Un reflejo puede ser que Pablo,
en Romanos, es más cauteloso que en Gálatas respecto al valor de la Ley y de
otras tradiciones judaicas (compárese por ejemplo Rm. 3,1-2 con Ga 5,2).
Romanos es también la carta que contiene más vocabulario litúrgico, cosa
comprensible si los destinatarios tenían conocimiento de la liturgia del Templo
de Jerusalén.
San Pablo escribió dos cartas sobre la salvación
gratuita que Dios ha concedido por medio de Jesucristo a los que creen en Él:
la primera es la carta a los Gálatas, en el momento álgido de la polémica con
los judaizantes y la segunda es la carta a los Romanos, en la que aún sigue
existiendo el trasfondo de la polémica; pero sin embargo profundiza en la
exposición de la salvación obrada por Cristo, cuidadosamente razonado, con una
perspectiva más abarcadora que en Gálatas. En Romanos el Apóstol se extiende en
mostrar que Jesucristo nos ha liberado de la Ley, en cuanto régimen religioso,
y explica la profunda novedad del Evangelio y la transformación que la gracia
de Dios obra en el creyente, que llega a ser hijo de Dios en Cristo, por medio
del Espíritu Santo.
La carta a los Romanos no es una exposición
completa de las enseñanzas del Apóstol
-como le adjudicó la exégesis de Lutero-
sin embargo es cierto que presenta el mensaje fundamental del “evangelio
de Pablo”. Aunque la extensión de la carta no hace fácil señalar un único punto
doctrinal, muchos intérpretes consideran que el argumento central está
condensado en Rm. 1,16-17: la salvación por medio de la justicia de Dios, que
nos es comunicada por la fe. La justificación
-la acción por la que Dios hace justa a la criatura humana- es una gracia divina inicial que conduce a la
salvación; es pues un don de Dios que no depende del cumplimiento de las obras
prescritas por la Ley de Moisés, más aún, es imposible cumplir todas las obras
prescritas por la Ley si no interviene la gracia divina. Alrededor de esta
afirmación central que, junto con la demostración de la condición universal de
los hombres de ser pecadores, ocupa los primeros capítulos de la carta, se
sitúan otras afirmaciones que son su corolario: la existencia del pecado
original y la redención en Cristo como cabeza de la humanidad (cap. 5); la
necesidad y naturaleza del Bautismo (cap. 6); la lucha contra las tendencias de
la carne (cap. 7); la vida en el Espíritu Santo (cap.8). El argumento se
completa con la consideración de la historia de la salvación, el futuro del
pueblo de Israel y la descripción de la vida del cristiano centrada en la
caridad y el abandono en Dios (caps. 12-14).
La
exégesis patrística de la Carta a los Romanos se desarrolló mucho a partir de
los comentarios de Orígenes (conservados en una traducción latina de Rufino) y
de san Juan Crisóstomo. Entre los comentaristas orientales están san Efrén o
Teodoro de Ciro; y en Occidente sobresalen Pelagio y san Agustín. Merced a
estos comentarios, las ideas principales expuestas en la carta influyeron en la
teología escolástica de la Edad Media, y en la época de la Reforma protestante,
Lutero, Calvino y Melanchton basaron sus perspectivas sobre justificación y
salvación, predestinación y libre albedrío en una interpretación fuertemente
unilateral de la carta a los Romanos. Padres y Peritos del Concilio de Trento
(1543-1563) estudiaron a fondo la carta, desde la óptica del entero discurso
cristiano y plasmaron sus frutos especialmente en el “Decreto de la
Justificación”, obra teológica maestra por su precisión y profundidad que he
creído conveniente -por la importancia
que tiene para interpretar a san Pablo-
adjuntaros al finalizar estas clases de bíblia.