14 de febrero de 2014

¡Carta a los Romanos!



CARTA A LOS ROMANOS: 


 Ésta es la más larga del epistolario de san Pablo, y suele considerarse la más importante; ya que en ella el Apóstol expone puntos cardinales de su doctrina acerca de la obra redentora de Cristo y de la vida cristiana. Los manuscritos del epistolario paulino la presentan en primer lugar, desde el testimonio del papiro más antiguo (siglo II d.C.) hasta los códices de la Edad Media (siglos XIV-XV). Este hecho es el reflejo de la consideración que se le atribuyó a la carta como obra maestra del Apóstol, desde los tiempos antiguos; constituyendo una carta en forma de tratado, centrado en la salvación aportada por Cristo; salvación que es puro don de Dios y que se alcanza a través de la fe y no por el cumplimiento de las prescripciones de la Ley de Moisés. El resto de las cartas que vienen a continuación en el Nuevo Testamento nos ofrecen la posibilidad de profundizar en algunos aspectos de la doctrina contenida en Romanos. La carta, aunque unitaria en su conjunto, puede ser dividida en cuatro partes:

·        El prólogo: En un saludo, Pablo se presenta como servidor de Jesucristo
·        Parte doctrinal: Describe un panorama de la humanidad alejada y enemistada con Dios, tras la caída de Adán. Al contemplar la degradación moral de los gentiles y también los pecados de los judíos, manifiesta la absoluta necesidad de la Redención de Cristo para alcanzar el perdón y la Gracia de Dios. Esta primera exposición doctrinal se cierra con la evocación de Abraham que fue justificado por la fe, antes de la Ley. La humanidad caída, sometida a las fuerzas del pecado, la muerte , la carne y la ley, sólo podrán librarse de ellas por la Redención llevada a cabo por Cristo Jesús, y sólo podemos adherirnos a ella por la fe, que es un don gratuito de Dios y no efecto de las obras. Pero una vez alcanzada la fe  -mediante el Bautismo que injerta al cristiano en Cristo-   pueden y deben hacer el bien, con la gracia del Espíritu Santo que habita en ellos y completa la obra de la justificación realizada por Cristo, haciéndoles santos e hijos adoptivos del Padre. Se hace una extensa consideración de la infidelidad del Pueblo de Israel, de la elección de un nuevo pueblo y la conversión final de un resto de Israel. Termina la parte doctrinal con un himno a la Sabiduría de Dios y con una doxología.
·        Parte Moral: En esta segunda parte, Pablo aplica la doctrina, anteriormente expuesta, a la vida y conducta del cristiano. Vienen, entonces, como conclusión, las exigencias morales de la fe, de la “vida en el Espíritu” y los consejos prácticos para conducirse en medio del mundo y al que hay que llevar a la salvación.
·        El epílogo de la carta incluye dos secciones: En la primera san Pablo da noticias de sus planes de viaje y en la segunda se despide afectuosamente de muchos cristianos, varones y mujeres, de la comunidad de Roma. La carta se cierra con una solemne doxología.

   Romanos pertenece al grupo de las cartas que todos, sin excepción, han considerado auténticas de san Pablo y que representan la sustancia de la teología del Apóstol. La carta parece datada en el invierno-primavera del año 57-58 d.C., cuando Pablo preparaba debidamente su llegada a Roma, escribiendo desde Corinto. No sabemos cuando comenzó la comunidad cristiana de Roma, pero debía contar de una relativa antigüedad, pues san Pablo habla de que “hace muchos años que siento un gran deseo de ir donde vosotros” y que “vuestra fe es alabada en todo el mundo”. Sabemos, por la historia general, que las comunicaciones de Palestina con Roma  -había allí varias sinagogas judías-  eran frecuentes en aquella época por mar y tierra; haciendo, estas circunstancias, razonable la suposición de que algunos cristianos de Judá y regiones limítrofes llegaran a la capital del imperio por diferentes motivos, entre ellos comerciales, y es posible que por esta causa, la comunidad cristiana de Roma  -formada por fieles de procedencia judía o gentil-  fuese más conservadora de las tradiciones judaicas que las fundadas por Pablo en Oriente. Un reflejo puede ser que Pablo, en Romanos, es más cauteloso que en Gálatas respecto al valor de la Ley y de otras tradiciones judaicas (compárese por ejemplo Rm. 3,1-2 con Ga 5,2). Romanos es también la carta que contiene más vocabulario litúrgico, cosa comprensible si los destinatarios tenían conocimiento de la liturgia del Templo de Jerusalén.

   San Pablo escribió dos cartas sobre la salvación gratuita que Dios ha concedido por medio de Jesucristo a los que creen en Él: la primera es la carta a los Gálatas, en el momento álgido de la polémica con los judaizantes y la segunda es la carta a los Romanos, en la que aún sigue existiendo el trasfondo de la polémica; pero sin embargo profundiza en la exposición de la salvación obrada por Cristo, cuidadosamente razonado, con una perspectiva más abarcadora que en Gálatas. En Romanos el Apóstol se extiende en mostrar que Jesucristo nos ha liberado de la Ley, en cuanto régimen religioso, y explica la profunda novedad del Evangelio y la transformación que la gracia de Dios obra en el creyente, que llega a ser hijo de Dios en Cristo, por medio del Espíritu Santo.

   La carta a los Romanos no es una exposición completa de las enseñanzas del Apóstol  -como le adjudicó la exégesis de Lutero-  sin embargo es cierto que presenta el mensaje fundamental del “evangelio de Pablo”. Aunque la extensión de la carta no hace fácil señalar un único punto doctrinal, muchos intérpretes consideran que el argumento central está condensado en Rm. 1,16-17: la salvación por medio de la justicia de Dios, que nos es comunicada por la fe. La justificación  -la acción por la que Dios hace justa a la criatura humana-  es una gracia divina inicial que conduce a la salvación; es pues un don de Dios que no depende del cumplimiento de las obras prescritas por la Ley de Moisés, más aún, es imposible cumplir todas las obras prescritas por la Ley si no interviene la gracia divina. Alrededor de esta afirmación central que, junto con la demostración de la condición universal de los hombres de ser pecadores, ocupa los primeros capítulos de la carta, se sitúan otras afirmaciones que son su corolario: la existencia del pecado original y la redención en Cristo como cabeza de la humanidad (cap. 5); la necesidad y naturaleza del Bautismo (cap. 6); la lucha contra las tendencias de la carne (cap. 7); la vida en el Espíritu Santo (cap.8). El argumento se completa con la consideración de la historia de la salvación, el futuro del pueblo de Israel y la descripción de la vida del cristiano centrada en la caridad y el abandono en Dios (caps. 12-14).

   La exégesis patrística de la Carta a los Romanos se desarrolló mucho a partir de los comentarios de Orígenes (conservados en una traducción latina de Rufino) y de san Juan Crisóstomo. Entre los comentaristas orientales están san Efrén o Teodoro de Ciro; y en Occidente sobresalen Pelagio y san Agustín. Merced a estos comentarios, las ideas principales expuestas en la carta influyeron en la teología escolástica de la Edad Media, y en la época de la Reforma protestante, Lutero, Calvino y Melanchton basaron sus perspectivas sobre justificación y salvación, predestinación y libre albedrío en una interpretación fuertemente unilateral de la carta a los Romanos. Padres y Peritos del Concilio de Trento (1543-1563) estudiaron a fondo la carta, desde la óptica del entero discurso cristiano y plasmaron sus frutos especialmente en el “Decreto de la Justificación”, obra teológica maestra por su precisión y profundidad que he creído conveniente  -por la importancia que tiene para interpretar a san Pablo-  adjuntaros al finalizar estas clases de bíblia.