20 de marzo de 2015

¡ El misterio del sufrimiento se abre a la verdad del amor!

4. EL MISTERIO DEL SUFRIMIENTO SE ABRE A LA VERDAD DEL AMOR.


   El sufrimiento humano ha alcanzado su culminación en la Pasión del Señor y, en la Cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la Redención mediante el sufrimiento, sino que el propio sufrimiento humano ha quedado redimido; pudiendo participar todo hombre, cada uno en su medida, en la Redención. El sufrimiento nos habla al cuerpo y al espíritu; habla a la persona humana en toda su radicalidad.


   San Josemaría se hace eco de esta idea, con bellísimas palabras, en el punto 213 de Camino.; y San Pablo nos lo recuerda  en la segunda carta a los Corintios ( 2 Co 4, 8-12)

   “Jesús sufre por cumplir la voluntad del Padre…Y tú, que quieres cumplir la santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro ¿Podrás quejarte si encuentras por compañero el camino del sufrimiento?” san Josemaría

   “En todo apremiados, pero no acosados; perplejos, pero no desconcertados; perseguidos, pero no abandonados; abatidos, pero no aniquilados, llevando siempre en el cuerpo la muerte de Cristo, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos estamos siempre entregados a la muerte por amor de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal…sabiendo que quién resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará.” Corintios(2 Co. 4, 8-12)


   Pero no hay que olvidar que cuando san Pablo nos habla de la cruz y de la muerte, lo complementa siempre con la Resurrección; porque es ahí donde el hombre encuentra una luz completamente nueva que le ayuda a abrirse camino ante la oscuridad que representa el dolor en la realidad de la vida.
   Por ello san Pablo escribe a los Corintios ( 2 Co 1,5-6)

   “Porque así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así por Cristo abunda nuestra consolación”.


   El hombre al descubrir, por la fe, el sufrimiento redentor de Jesucristo, descubre al mismo tiempo en él su propio sufrimiento, enriqueciéndolo con un nuevo significado pleno de contenido. Y así, la Cruz emite, de modo penetrante, la luz  que ilumina el dolor humano y que nos recuerda que el misterio de la Pasión está incluido en el misterio Pascual, donde el sufrimiento culmina en la Resurrección y el dolor se da la mano de la gloria.
  

Así pues, la participación en los sufrimientos de Cristo es, al mismo tiempo, participación en los sufrimientos por el Reino de Dios; ya que a los ojos del Dios justo, cuantos participan en los sufrimientos de Cristo se hacen dignos de ese Reino.
   San Josemaría nos lo recuerda en el punto 235 de Surco.

  “No te quejes si sufres. Se pule la piedra que se estima, que vale.
¿Te duele? –Déjate tallar, con agradecimiento, porque Dios te ha tomado en sus manos como un diamante…No se trabaja así un guijarro vulgar-“


5. EL SUFRIMIENTO: ESPERANZA Y GLORIA.


   Es de alguna manera, como si mediante el sufrimiento, los hombres pudiéramos devolver, en un cierto sentido, el infinito precio de la sangre de Cristo en su Muerte y Resurrección, que fue lo que costó nuestra Redención. Cristo nos ha introducido en este Reino a través de su sufrimiento y es mediante éste, como los hombres maduramos para entrar en Él. Esta perspectiva del Reino de Dios está unida a la esperanza de la Gloria, cuyo comienzo, no debemos olvidarlo nunca, está en la Cruz; porque a veces, era tal el dolor y la intensidad del sufrimiento en el Calvario, que podemos olvidar que éste nos condujo a la Resurrección y posteriormente a la Gloria. Por eso los que estamos llamados a participar en el sufrimiento del Señor, estamos llamados, mediante su propio sufrimiento, a tomar parte en la Gloria.
   San Pablo nos lo recuerda en la Carta a los Romanos (Rm.8,18-19):

   “Somos…coherederos de Cristo, supuesto que padezcamos con Él para ser con Él glorificados. Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente nada son en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros”


   Por eso, el motivo del sufrimiento y de la Gloria, tiene una característica estrictamente evangélica, que se aclara en su referencia a la Cruz y a la Resurrección. A través del sufrimiento, Dios ha querido llamar al hombre para que se manifieste en toda la grandeza que es capaz: en su madurez espiritual. Sólo hay que recordar los innumerables mártires y confesores de Cristo que, fieles a su amor y su palabra, murieron manifestando la gloria del Señor; y haciendo comprender, a las generaciones venideras, el amor, la entrega y la belleza que se escondía en el propio sufrimiento ofrecido al Padre en amorosa libertad. Cierto es, que los hay también, que sin fe en Cristo, dan y sufren la vida por una causa justa; en todos ellos, los sufrimientos han confirmado, de un modo particular, la altísima dignidad del hombre.
  Así nos lo recuerda santo Tomás Moro en su libro “Diálogos de la fortaleza contra la tribulación”, capítulo 19,página 105 del Libro Primero:

   “La Escritura de tal modo ensalza la tribulación como la mejor manera en esta tierra de alcanzar el bien que da Dios en el mundo venidero, que en comparación parece desaprobar el mísero bienestar mundano. ¿Qué otra cosa significan las palabras del Eclesiastés que he mencionado, qué es mejor estar donde haya aflicción que en una fiesta? ¿A qué suena esta comparación suya, de que el corazón del hombre sabio es atraído donde hay gente afligida y el corazón del necio está donde puede hallar regocijo? ¿A dónde tiende esa amenaza del sabio, que quien se deleita en la abundancia caerá en la calamidad? La risa se mezclará con el dolor, y al final del gozo se encuentra la congoja. Y nuestro mismo Salvador dice: Ay de vosotros que os reís, porque lloraréis y os lamentaréis. Y también dijo: Bienaventurados los que lloran y se lamentan, porque serán consolados. Y a sus discípulos: El mundo se alegrará y vosotros os lamentaréis, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría, y el regocijo de muchos que se alegraban torna ahora en dolor y tristeza. Luego ves en la Escritura que, por lo que se refiere al consuelo, la tribulación sobrepasa a la prosperidad como el día a la noche. En la tribulación se hace mérito por la paciencia, por el obediente acuerdo de la voluntad del hombre con la de Dios, y por el agradecimiento a Dios en su visitación”


   Pero en la búsqueda del sentido del sufrimiento, no se le escapa al hombre que éste aparece muchas veces como un cierto sentido de prueba, a veces bastante dura, a la que es sometida la humanidad. En ella se comprueba, muchas veces, la debilidad del ser humano que se quiebra en su soledad existencial, y la fortaleza de corazón que acompaña a aquellos que deciden caminar de la mano de Dios.
   Nos lo recuerda Benedicto XVI  en la Carta Encíclica “Spe Salvi”, punto 37, página62:

   “Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatifa y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizá ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es aún mucho mayor. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito”


   En el sufrimiento humano es cuando más se manifiesta la debilidad de nuestra naturaleza caída y la necesidad, a través de la fe, de la búsqueda de la fuerza divina en la Gracia, que nos penetra y nos abre a la acción salvadora, amorosa y consoladora de Cristo; que se ofrece a la humanidad, llamándonos a la virtud que nos ayudará, con perseverancia, a soportar lo que molesta; y a iluminarnos con la luz de la esperanza, para mantenernos en la convicción de la bondad del dolor, cuando se vive junto a Jesucristo.
  Así nos lo recuerda san Josemaría en Camino n.12:

   “Crécete ante los obstáculos. –La gracia del Señor no te ha de faltar: “Inter médium montium pertransibunt aquare”- ¡Pasarás a través de los montes!”