20 de marzo de 2015

¿Vas a abandonar tú?

Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30. 


Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las Chozas,
Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar?
¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías?
Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es".
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".
Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora. 

COMENTARIO:

  En este Evangelio de Juan, podemos observar un primer punto que trata sobre los momentos que tiene Dios para todos, en cuanto a las cosas de la fe. Nos dice el texto que Jesús caminaba por la Galilea y evitaba públicamente subir a Judea, porque los judíos buscaban prenderle. En cambio, dentro de unos días, cuando el Señor considere que ya ha llegado la hora de la Redención, Él mismo emprenderá el camino y entrará con cánticos de alabanza, a la grupa de un pollino. Orará con los suyos en Getsemaní y esperará con valor, entrega y decisión, a que vengan a prenderle. Esa actitud nos indica que tanto nosotros, como las personas que nos rodean y a las que tratamos, tienen las circunstancias y los hechos adecuados que las hacen –y nos hacen- reflexionar sobre nuestra vida, replanteándonos nuestros valores. Hay ese instante oportuno, en el que el hombre rinde el orgullo de su razón al sentido, y abre las puertas de su corazón a Dios. Por eso jamás nos hemos de rendir y abandonar el apostolado; nunca hemos de cansarnos, ni desfallecer, ante la posibilidad de encontrar y de llevar a la criatura, ante su Creador.

  Podemos apreciar como el Maestro, a pesar de hacerlo a escondidas, no se resiste a asistir a la fiesta de los Tabernáculos. Lo hace solo, para pasar mejor desapercibido; y es que, tal vez, el significado de esa fiesta judía le llenaba su alma humana de gozo. Disfrutaba observando a aquellos que, descendientes de los hebreos de otros tiempos, evocaban las épocas que pasaron en el desierto –habitando en tiendas de campaña- y gozando de la protección de Dios, durante los cuarenta años que duró su peregrinación.

  Pero Jesús no puede resistirse, aunque sea peligroso, a perder una oportunidad para dar a conocer al Padre, entre los suyos. Él ha venido a buscar a las ovejas perdidas de Israel, y no le importa estar rodeado de lobos ¡Qué lección tan magistral para nosotros! Que sentimos miedo de hablar de Dios en público y sentimos vergüenza de dar testimonio de nuestra fe. Él se enfrenta en el Templo a aquellos que, tras conocer la Ley, siguen sin comprenderla. Porque aunque sabían que el Mesías nacería en Belén y que sería de la estirpe de David, interpretaron su realidad desde una perspectiva política. Jesús les pide, sin embargo, que al releer la Escritura sean capaces, sin perjuicios, de descubrir en Él su poder salvador y el profundo sentido de sus obras. Les enfrenta a su desconocimiento de Dios e insiste en que el Hijo, es la revelación del Padre; y que nadie, si no acepta su mensaje, puede llegar a alcanzar la Verdad divina.


  Le duele al Señor que no le conozcan, porque han cerrado sus oídos a la Palabra, sus ojos a los milagros y su corazón al Espíritu Santo. Por eso no se cansa de pedirles, ya que mientras hay vida hay esperanza, que sean capaces de plantearse su error. Que cambien su actitud y le den la oportunidad de sembrar en su interior, la semilla de la fe. Nos dice el texto que aquellos que entendieron bien que Jesús se hacía igual a Dios, pero que habían cedido en su lucha contra Satanás, se ratificaron en su posición y decidieron, en el momento oportuno, prender al Maestro y darle muerte. Nada se puede hacer para evitar que los que han dado la espalda a Dios, rectifiquen; ya que al hacerlo, deberían cambiar su vida. No sólo sus costumbres, sino los pilares en los que han sostenido toda su existencia. Pero el Hijo de Dios, como veis, no se rinde; no se cansa y no abandona…a pesar de saber que su actitud, le llevará a la Cruz ¿Vas a abandonar tú?