7 de enero de 2013

¡Convertíos!

Evangelio según San Mateo 4,12-17.23-25.
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba.
Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


COMENTARIO:


  Este Evangelio de san Mateo nos recuerda las palabras de Isaías, cuando profetizaba que llegaría el momento en que aquellos que estaban en sombras de muerte, es decir en pecado, recibirían la luz que los devolvería a la vida, la Gracia. Todos estos días hemos vistos como los evangelistas nos anunciaban que ese momento había llegado: en el vientre de una Virgen; en el portal de Belén; en la presentación del Templo...Todo el Nuevo Testamento es la manifestación de esa realidad vivida por ellos, en el tiempo y en un lugar determinado.

  Mateo nos refiere que ese Reino de los Cielos, donde no existe el dolor, ni la injusticis ni el sufrimiento, sino sólo el amor; se encuentra ya entre nosotros, porque es Cristo mismo. Acercarse a su lado, estar junto a Él, es recuperar la esperanza y la alegría que perdimos cuando decidimos partir, siguiendo al diablo, en busca de una quimera que no consigue saciar la sed de felicidad para la que el hombre ha sido creado.

  De eso se trata; estamos creados para vivir en Dios, que es el Todo, y su lejanía nos provoca todo tipo de carencias: físicas, morales, espirituales. En este mundo cruel, que hemos edificado a espaldas de  Dios, nada es definitivo salvo la realidad de una muerte segura. Por eso Jesús ha querido mezclarse entre nosotros; hacerse uno de nosotros para que cada uno de nosotros se haga uno con Él. Y de esta manera, sólo de esta manera, volvamos a estar al lado de Dios, recuperando aquellos dones que perdimos.

  Sus palabras abren nuestros oídos sordos y dan luz a nuestros ojos ciegos, mientras su Cuerpo alimenta nuestra alma y nos da la Vida, relegando a la muerte como un paso necesario para volver al lugar del que nunca debimos partir.

  Por eso, san Mateo nos recuerda que muchísima gente seguía a Jesús. Nadie que estuviera en su sano juicio o no viviera pendiente solamente de lo que podía perder, dejaría de buscar al Mesías que le entregaba a manos llenas lo mejor que podía ganar: a Cristo mismo.

  Hoy, sigue pasando lo mismo. El mundo sigue sordo y ciego a la Verdad divina; por eso con Jesús hemos de proclamar sin descanso allá donde nos encontremos: "¡Volveos a Dios; convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca!"