14 de febrero de 2013

¡Yo soy de mi amado!

Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


COMENTARIO:


  Este Evangelio de san Mateo continúa con las enseñanzas de Jesús sobre el verdadero camino que nos lleva a la salvación.
Como vimos en el episodio de ayer, los doctores de la Ley habían cargado a ésta con prácticas externas e inútiles, difíciles de sobrellevar a las que habían añadido la limosna, la oración y el ayuno como actos fundamentales de la piedad individual. Pero debían cumplirse a través de unas manifestaciones exteriores, donde todo el pueblo era testigo del desempeño de las mismas.


  Jesucristo, con sus palabras, nos enseña que la verdadera piedad nace de la intimidad del hombre con Dios y crece en la conciencia, donde la divinidad valora la rectitud de intención.
Nacemos para Dios y, a pesar de que nuestra vida debe ser cumplir la voluntad de Nuestro Padre viviendo, transmitiendo y manifestando el Evangelio, la relación con Él forma parte únicamente de nuestro yo personal.
Mi amor a Dios no puede ser una moneda de cambio para situarme donde más me convenga; ni para buscar relaciones que puedan favorecer nuestra vida en este mundo; ni tan siquiera para que nuestros hermanos nos consideren más dignos de la comunidad que compartimos con ellos. 
Mi vida íntima con el Señor, mi relación con Él, forma parte de la entraña más profunda de mi ser; y es por eso que todo aquello que hacemos como respuesta amorosa a su sacrificio salvador, debe quedar en ese rincón del alma donde sólo encuentra cabida nuestra respuesta a su pregunta: ¿Sois míos?


  Por eso la Iglesia nos recuerda ahora que comienzan las prácticas de la Cuaresma, donde nos preparamos  para reconvertirnos al Señor siguiendo sus pasos en la Pasión. Que es necesario y útil manifestar al cuerpo el dominio del espíritu –acto verdaderamente humano-; siendo capaces, como nos enseñó Jesús, de prepararnos con el ayuno para ser señores de nosotros mismos, por amor a Dios.
De la misma manera, se nos recomienda dar limosna, no porque no se haya de hacer durante todo el año, sino porque es en estos momentos en los que el Señor se entrega a sí mismo por cada uno de nosotros donde cada uno de nosotros debe mostrar la misericordia con sus hermanos;y unirse a esa justicia divina que nos iguala a todos a los ojos de Dios.


  Y todos estos actos, que verdaderamente son manifestaciones ardientes del fuego divino que anida en nuestro corazón, jamás deben ser utilizados como medio para nada, porque son un fin en sí mismos. Ya que cada uno de ellos forma parte de esa íntima  relación con el Señor que nos hace susurrar cuando leemos el Cantar de los Cantares:

“Tu paladar es como vino generoso…

Que va derecho hacia mi amado,
Que hace hablar a los labios adormecidos.
Yo soy de mi amado,
Y Él siente pasión por mí”