9 de noviembre de 2013

¡Abdías y Jonás!



ABDÍAS: 

 Este brevísimo libro nos permite conocer, con dificultad por lo poco que deja deducir, a la persona de Abdías. Una tradición judía lo identifica, sin fundamento histórico, con un mayordomo del palacio del rey Ajab de Israel. En el texto podemos distinguir tres partes:

1.     Oráculo contra Edom: (1-7) consta del juicio divino contra Edom y del anuncio de su ruina.
2.     Pliegos de cargos contra Edom: (8-14) El pecado de los edomitas es haberse burlado de las desgracias de Judá y de haberse aprovechadote ella. Por ese pecado serán arrasados.
3.     El día del Señor: (15-21) Se anuncia el juicio del Señor a todas las naciones, el triunfo del pueblo elegido y la restauración definitiva de Israel con el anuncio del reino de Dios.                   

   El contenido en su brevedad, no debe ser contemplado al margen de los once profetas menores, de donde surgen tres puntos principales:
1.     Edom, país emblemático entre las naciones enemigas del pueblo elegido, será castigado.
2.     El día del Señor, será el tiempo del juicio divino, en que hará justicia al resto de Jacob, perseguido por las naciones
3.     Habrá una restauración escatológica del reino de Dios en Sión.

   Como en el conjunto de los libros proféticos, Abdías exhorta a poner la esperanza en el poder y la justicia de Dios y no en las fuerzas precarias de los hombres. Dada la brevedad del escrito, no es de extrañar la ausencia en el libro de otros legados importantes de los profetas; aunque el único texto de dicho profeta que tiene eco en el Nuevo Testamento es la última frase que se refleja en el Apocalipsis de Juan: “Resonaron fuertes voces en el cielo: “El reinado de este mundo es ya de nuestro Señor y de su Cristo””. También ha sido poco comentado en la liturgia de la Iglesia, aunque dice de él san Agustín, que su lectura abre el espíritu a todos los pueblos y las religiones de la tierra.


JONÁS:

 El mensaje de la obra de Jonás no está en la predicación del profeta sino en el contenido de lo narrado: en las vicisitudes de los personajes y en los diálogos de Jonás con Dios. Lo mismo que en otros libros, como Ruth o Job, la base histórica de la narración,  si es que la hay,     no es tan importante como el mensaje que se desprende de las acciones que relata. Sin embargo, el libro es muy rico en matices: nos presenta una combinación  muy sutil entre una visión universalista y una mentalidad cerradamente israelita; ya que Jonás es un profeta que tiene poco de ejemplar, dejando perplejo al lector con su conducta. Pero, al mismo tiempo, es el único personaje del relato que sabe quién es el verdadero Dios.  Jonás ha tenido gran resonancia en  la tradición posterior, judía y cristiana; ya que en esta última es una de las figuras más representativas en la iconografía, probablemente por ser un símbolo de la sepultura y resurrección del Señor. 

   La narración es muy sencilla: el Señor se dirige a Jonás para que predique en Nínive, pero el profeta desobedece y se embarca hacia Tarsis, a las antípodas del lugar que era enviado. Esta circunstancia no es problema para Dios que, mediante una tormenta y un gran pez, hace que se conviertan los compañeros de navegación de Jonás y que éste sea depositado en tierra firme. Entonces el Señor renueva su mandato de pregonar contra Nínive y esta vez, Jonás obedece; manifestando, inesperadamente, los ninivitas un arrepentimiento y una penitencia que hace que Dios les perdone. El profeta, que no había contado con ello, se encara con el Señor y tras un diálogo con el que termina la obra, el lector recibe una explicación de las razones por las que Dios ha obrado de este modo. El libro se divide en dos partes, donde se entremezclan una primera, narrativa; y una segunda, discursiva:

1.     Misión de Dios a Jonás: (1,1-2,11) Comprende una sección que narra la desobediencia de Jonás y la conversión de los marineros (1,1-16) y una parte discursiva, que es el salmo de acción de gracias de Jonás desde el vientre del gran pez (2,1-11)
2.     Jonás en Nínive: (3,1-4,11) Comprende también una sección narrativa que es la predicación y la conversión de los ninivitas (3,1-10) y una sección discursiva, en la que se exponen las razones de la misericordia de Dios (4,1-11)

   Todo el relato se dirige hacia la última sección, que representa el diálogo entre Dios y Jonás, o mejor, hacia el último versículo en el que el Señor da razón de su conducta; conducta que no entendía Jonás: Dios es clemente y misericordioso con todos, y si muchos oráculos de los profetas contra las naciones no se han cumplido es porque esos hombres han rectificado.

   Esa obra no tiene las mismas características históricas que la mayor parte de los libros proféticos. El mismo nombre del profeta, “Jonás, hijo de Amitay” es idéntico al de un profeta el reino del Norte en la época de Jeroboam II, pero aquí acaban todas las coincidencias. El Jonás del libro de los Reyes es un profeta de la vieja usanza, que predicó la misericordia de Dios con Israel y el restablecimiento de las fronteras del pueblo; nada que ver con nuestro profeta, que es un hombre rebelde con Dios, encogido ante el peligro, testarudo en sus opiniones y corto de miras. Es más, excepto Jonás, en la narración todos los personajes  parecen simpáticos, incluso el pez.

   Muchos elementos del libro reproducen motivos tópicos y no se ahorran elementos hiperbólicos o inverosímiles, como que se necesiten tres días para cruzar Nínive; la historia del gran pez o el ricino que de pronto crece y se seca en una noche. Por esta y otras razones, el libro no se considera del género histórico; ya que su forma literaria recuerda más una narración sapiencial al estilo de Judith, Job o Ruth. Por su estilo parece más lógico situar su composición después del destierro de Babilonia (V-IV a. C.) ya que esta fecha es coherente con el mensaje del libro: frente al particularismo de algunos judíos  -visibles en personajes del libro de Esdras o Joel-  que negaban a los paganos el acceso a la salvación, otros, como el autor de este libro o el que escribió Ruth,  reaccionaron enseñando la rectitud de muchos paganos y la grandeza de Dios; dos condiciones que hacían a esos hombres capaces de ser salvados.

   Dentro de la brevedad del libro, y de su carácter narrativo, el mensaje que transmite es más complejo de lo que podría suponer una lectura superficial. En la base de la enseñanza está “el dominio de Dios” sobre todas las naciones, ya que puede condenar a cualquiera, no sólo a Israel, y también puede tener misericordia, quedándonos a un paso de la universalidad de la salvación enseñada en el Nuevo Testamento. Pero esa doctrina tiene tres consecuencias:
·        La primera explica el porqué de algunos oráculos proféticos contra las naciones no se han cumplido, encontrándose la respuesta en la penitencia de las mismas que movieron la misericordia y la clemencia del Señor. Por tanto, las amenazas del Señor no son producto de la cólera divina, sino de su pedagogía. En este sentido el libro recuerda pasajes de Jeremías.

·        En segundo lugar, la narración enseña el alcance de la acción de Dios y de su bendición a todos los pueblos, frente a algunas actitudes de los israelitas que permanecían cerrados a sí mismos, ante el olvido de su misión como testigos del Señor ante el mundo.

·        Y finalmente, como en la mayoría de los libros proféticos, Jonás es llamado a la conversión y a la penitencia, exponiendo una teología de perdón condicionada a la previa conversión del corazón.

   En las palabras de Jesús, recogidas en los Evangelios, Jonás es citado como figura de Cristo en dos sentidos distintos: como signo para la penitencia y como signo de su sepultura y resurrección, como se observa en Mt. 12,39-41 y en Lc.11,29-32; resonando en muchos pasajes del Evangelio la doctrina de misericordia divina del libro de Jonás.