22 de diciembre de 2013

Quiero desearos a todos los que, aquí y allí, compartís conmigo estos momentos de meditación y oración, una muy feliz Navidad y un santo añor nuevo. Porque no hay mejor deseo que confiar en que este año que va a entrar nos haga más buenos, más fieles y mejor discípulos de Cristo para expandir su Evangelio. No tengáis ni miedo ni verguenza en manifestar, en estas fechas, lo que significa para nosotros rememorar la venida de Jesús. Gritar al mundo nuestra alegría que nada tiene que ver con un consumismo estipulado, sino en luchar por hacer felices a los demás; sobre todo a los que sufren. Que surjan muchos propósitos para cambiar este mundo a mejor, fruto del rezo al lado del pesebre. Contemplar, y no os acostumbreis a tamaño milagro, a ese Dios que se ha hecho Hombre, para venir a salvarnos. Recuperar la paz, si la habéis perdido, descansando en la Providencia divina, que nunca nos abandonará; y estar convencidos de que todos, todos, estaréis en mi recuerdo y en mis peticiones al Padre. Uniros a Cristo y ser felices, aún en la dificultad. No desfallezcáis y jamás olvidéis la promesa de amor que el Señor nos hizo. ¡Buenas fiestas!

Recordad que debido a mi falta de cobertura, os encontraréis algunos pasajes del Evangelio que no corresponderán al día adecuado; ya que se enviarán en bloque. Os ruego que me dsculpéis y, simplemente, lo vayáis leyendo como corresponde.