SEGUNDA CARTA A LOS
TESALONICENSES:
La
segunda carta a los Tesalonicenses sigue a la primera en los códices por la
similitud que tiene -en cuestión de
contenido- con la anterior, aunque eso
no implica de suyo que haya sido escrita inmediatamente después. Tras un
encabezamiento muy similar al de la primera carta, cabe distinguir tres
secciones, donde la del centro constituye el núcleo fundamental del escrito:
·
Primera parte: Comienza como en la otra carta, con una
acción de gracias a Dios por el ejemplar progreso de los tesalonicenses en las
virtudes, para centrarse inmediatamente en el tema de la retribución: el justo
juicio de Dios que, en la venida del Señor, premiará a los que trabajan por su
reino y castigará a los que se oponen a él (1,3-12)
·
Segunda Parte: Se expresa la idea principal de la
carta: el día del Señor no es inminente, como ya lo sabían los tesalonicenses
desde los orígenes de su instrucción cristiana (2,1-17). Hay unos que,
engañados por Satanás, se apartan de la
tradición recibida al no creer la verdad, creyendo sólo mentiras y por ello
serán inculpados. En cambio, se insta a los fieles a mantenerse firmes en la
verdad y a observar las tradiciones recibidas, llevando una vida ordinaria de
trabajo sereno y manifestando una preocupación fraterna por los demás (3,1-15)
·
Epílogo: La carta termina con breves palabras de
despedida (3,16-18)
En esta segunda carta, las referencias son tan genéricas e
intemporales que no permiten fijar el momento en que fue escrita; aunque
manifiesta una preocupación mayor que en la primera por dejar claro que la
venida del Señor no es inminente, e insistiendo en la necesidad de mantener las
tradiciones recibidas de Pablo -cuestión
a la que no se aludía en la carta anterior-
Por ese motivo, muchos autores contemporáneos tienden a pensar que es
obra de algún discípulo de Pablo que escribe en su nombre para transmitir
serenidad, invitar a trabajar con paciencia y estar siempre preparados para la
Parusía. En cualquier caso, la Tradición de la Iglesia siempre la ha recibido
en el Canon, por lo que el carácter inspirado de esta carta nunca ha sido
puesto en duda en las Iglesias de Oriente ni de Occidente.
Por los propios
elementos que proporciona la carta, se detecta la situación en la que se
encontraban los destinatarios de la misma: se trata de una comunidad cristiana
en la que se ha difundido la idea de que es inminente la segunda venida de
Jesús, hasta el punto de que algunos de ellos habían dejado su trabajo
ordinario e iban de un lado para otro sin hacer nada; por eso la carta llama a
la serenidad y al trabajo sosegado por parte de todos. Dos son, por ello, las
cuestiones fundamentales que se afrontan: disuadir de la idea de que el día del
Señor está al llegar, y persuadir a que mantengan la tradición paulina. Vamos a
contemplarlas:
·
La Parusía: A
través de un lenguaje apocalíptico se ilustra que la Parusía no es inminente,
exponiendo su mensaje -que ha generado
todo tipo de interpretaciones- de un
modo suficientemente claro: no hay que inquietarse ni alarmarse “como si fuera
inminente el día del Señor”. Cuando ese día llegue, los que han padecido por
ser fieles a Cristo y su doctrina serán tenidos por “dignos del Reino” 2Ts 1,5;
y los que no, serán castigados con una pena eterna, alejados de la presencia
del señor y de su gloria.
·
Tradición y vida cristiana: Uno de los argumentos de fondo más empleado en la
presente carta es la de rememorar los orígenes y tener en cuenta lo recibido en
la tradición apostólica; instándoles a no ceder a la seducción de nuevas
doctrinas, que se presentan a sí mismas revestidas de autoridad, pero que se
apartan del anuncio evangélico del Apóstol. De ahí la amonestación a observar
las tradiciones aprendidas; no refiriéndose sólo a la doctrina sino también al
modo de comportarse, así la tradición paulina es a su vez regla de fe y
criterio para la acción.