16 de marzo de 2013

¡Somos pinceles pequeños!

Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30.
Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las Chozas,
Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar?
¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías?
Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es".
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".
Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.


COMENTARIO:

  San Lucas nos presenta a Jesús caminando por Galilea, sin intención de dirigirse a Judea porque sabía que los escribas y fariseos lo buscaban para prenderle, y todavía no había llegado su hora para ello. Pero finalmente el Señor decidió, cuando se fueron sus hermanos a la fiesta de los Tabernáculos en la Ciudad Santa, subir solo y sin ruido, para poder celebrarlo. El motivo era que esta fiesta judía estaba muy enraizada en el corazón humano de Jesús, como buen israelita, ya que evocaba el tiempo en que los hebreos pasaron por el desierto, habitando en tiendas de campaña y con la compañía del Arca de la Alianza, conmemorando la protección que habían recibido por parte de Dios durante aquellos cuarenta años de peregrinación. Como coincidía con la terminación de la cosecha, a esta fiesta también se la llamaba de la Recolección.


  Seguramente, el Señor debía sentir al caminar entre sus hermanos ese dolor propio de la ingratitud de un pueblo que seguía negándose a contemplar en la realidad humana y divina de su Persona y su Palabra, la identidad de Aquel Mesías prometido al liberarlos de la esclavitud de Egipto. En contraste con el significado que los judíos le daban a esa fiesta, Jesús se presenta al mundo, por el Espíritu, como el Libertador que instaurará un nuevo orden salvífico, centrado en la Gracia, y que será muy superior al que existía y celebraban los israelitas, centrado en la Ley.


  Juan aprovecha para recordarnos la falta de fe en el Señor por parte de sus parientes, y la negativa de Jesús a buscar un triunfo humano y temporal, fruto de satisfacer las perspectivas de aquellos que sólo buscan en Él, una evidencia espectacular.
Cristo ha realizado obras maravillosas; grandes milagros y, sin embargo, siguen sin creer. No entienden que el verdadero significado de estos signos es el hecho que confirma la palabra pronunciada por el Maestro al declararse Uno con el Padre. Sólo son capaces de reconocer el paso de Jesucristo, como vecino de Nazaret, desoyendo la realidad trascendental manifestada en los hechos sobrenaturales realizados por Jesús y que tienen su fundamento en la Verdad revelada por el Hijo de Dios.
Son bien ciertas las palabras del Maestro cuando afirma que el acto de fe debe surgir de un corazón confiado que no necesita ver para creer; aunque es esa confianza la que mueve al Señor a realizar el milagro requerido.


  Quiero volver a recordar aquí, aunque ya lo he hecho anteriormente y seguramente volveré a hacerlo, que en los idiomas antiguos: hebreo, arameo o árabe, era normal que se utilizara el término hermano para designar la pertenencia a una misma familia o a un mismo clan. Hemos podido observar como en algunas partes del Evangelio se designaban como hermanos de Jesús a los hijos de María de Cleofás, que eran parientes de la Virgen. También en la Iglesia primitiva, los miembros de la comunidad se denominaban entre ellos como hermanos; ya que tenían la seguridad de que cada uno era hecho, por el Bautismo, hijo de Dios en Cristo y por ello hermanos pertenecientes a una misma familia sobrenatural. Parece mentira que todavía se siga esgrimiendo este argumento absurdo, cuando se quiere atacar la virginidad real manifestada por la Escritura, de María Santísima.


Este Evangelio también me recuerda la posición que hemos tenido muchos de nosotros, ante nuestros familiares o amigos, cuando hemos tomado la decisión de transmitir el mensaje divino. Todos conocen de donde venimos; han compartido nuestros errores y soportado nuestro carácter; por eso cuando escuchan de nuestros labios llamar a la conversión no es de extrañar que su actitud sea de estupor y extrañeza. ¡Pero así es Dios! Busca pinceles pequeños y estropeados para que no haya ninguna duda de que el éxito de una obra sólo es mérito del pintor.
Lo mismo ocurre con el Señor, que ha decidido que seamos su instrumento en la obra de la Redención, a pesar de nuestras miserias y defectos. Pero a diferencia del pincel, nosotros elegimos con libertad si deseamos servir a Cristo desde la humildad, hasta el último aliento de vida.