30 de marzo de 2013

¡Hoy es un día especial!

Evangelio según San Lucas 24,1-12.


El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado.
Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro
y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.
Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea:
'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'".
Y las mujeres recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás.
Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles,
pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.



COMENTARIO:

 
  ¡Qué maravilla este evangelio de Lucas! Leerlo debe ser, para cada uno de nosotros, la confirmación de que nuestra fe no está basada en conjeturas, sino en el testimonio –en un principio- de unas mujeres con nombre y apellido. Mujeres que eran conocidas entre los suyos; vecinas de sus vecinos, que seguían al Señor por los caminos de Galilea. Esas mujeres valientes y decididas que soportaron, al lado de la Virgen María, todo el proceso de la Pasión; que acompañaron a Jesús hasta el último de su vida y que están dispuestas, muy de mañana, a regresar al lado de su Señor, pese a quien pese, para terminar de ungirlo con el amor y el respeto que mandaban las prescripciones judías.

  Veréis que Lucas, entre los Sinópticos, es el que refiere con más detalle el anuncio de la Resurrección y las apariciones de Jesús; y, como todo el resto de evangelistas, en ningún momento intenta ocultar la duda que gravita entre aquellos primeros discípulos sobre la realidad sobrenatural de la resurrección. Para ellos, como para nosotros, aceptar un hecho que trasciende los límites de la razón, no era fácil; por eso “los dos varones” que custodiaban la tumba del Maestro, les recuerdan que la muerte de Jesús estaba ordenada a la Resurrección. Qué, justamente, esa Resurrección es el complemento y el sentido de toda la obra de la Redención; porque así como Cristo se entregó a su Pasión y muerte con todos los males, para librarnos del mal, de modo semejante fue glorificado con su Resurrección para llevarnos a todos al Bien. Que para comprender el final, hay que conocer el principio; y que nadie puede dar testimonio de su fe si ignora completamente su historia: porque la Luz del Sábado tiene su origen en la oscuridad del Viernes.

  A mí, como mujer, me sigue impresionando este evangelio que manifiesta que el Hijo de Dios escogió a las mujeres como a los primeros testigos de su Gloria; a ellas, que habían sido los últimos testigos de su “fracaso”. Unas mujeres que, cuando casi todos huyeron, permanecieron fieles y valientes al lado de su Señor. Este debería ser un ejemplo para todas nosotras; para todas aquellas que un día de nuestra vida decidimos responder afirmativamente a la llamada de nuestro Dios. Cada una desde su lugar en la sociedad; sin cambiar de estado ni de posición, pero todas dispuestas a transmitir la Verdad del mensaje cristiano y acercar a Jesús a todos nuestros hermanos. Todas dispuestas a manifestar al mundo que en un día como hoy, hace dos mil años, Cristo resucitó, devolviéndonos la vida que perdimos a través de la desobediencia y la soberbia de una primera mujer, que no estuvo dispuesta a seguir a su Señor. Esa mujer fue Eva, la primera en ceder a la tentación diabólica  y apartarse del lado de Dios. En cambio, ahora, es como si Dios hubiera querido hacer resarcir a la mujer en su dignidad, demostrando al mundo que ellas han permanecido a su lado y han sido las primeras en anunciar su Resurrección dando testimonio de Él.

  Hoy es un día especial, el más grande para todos los creyentes: hombres y mujeres, pequeños y grandes, sanos y enfermos. Hoy nuestra fe cobra sentido en un Dios que nos devuelve a la vida divina, venciendo al pecado cuyo rédito era la muerte eterna. Hoy el cielo es más azul, el sol brilla más y la esperanza deja de serlo porque vislumbramos la Gloria del Señor. Hoy tenemos la certeza histórica, corroborada por aquellas mujeres que como nosotras vivían en la creencia del mensaje divino, de que el Hijo de Dios ha resucitado. Y muchos de los que dieron su testimonio en el Evangelio, lo avalaron con sus vidas muriendo en el Circo Romano. Hoy es el día en el que tú y yo sabemos que seguimos al Maestro de la Vida, del Amor y de la Verdad; hoy se han cumplido las Escrituras. Hoy debe ser el final de nuestra duda y el principio de esa realidad  que descansa en la Palabra de Jesús de Nazaret.