21 de mayo de 2013

¡Y seguimos con la Biblia!


JUECES:

   En el libro de Jueces se habla de la llegada de Israel a la tierra de Canaán, y de las dificultades con las que se fueron encontrando en cada zona, así como la protección divina que experimentaron en los momentos difíciles, a través de unos líderes carismáticos llamados “jueces”, que Dios suscitó para que se encargaran de salvar al pueblo. El libro produce en el lector una impresión real de la situación de la época, como un momento de desórdenes, en que las tribus israelitas carecían de una unidad política. En aquellos momentos habían muchas diferencias entre las tribus israelitas y sus vecinos, ya que en éstos subsistía el régimen de ciudad- estado, cada una con su propio rey, mientras que Israel era un conjunto de tribus independientes cuyo vínculo común no era estrictamente político, sino religioso. Cuando los israelitas eran atacados aparecían unos jefes carismáticos, los jueces, que aglutinaban a su alrededor a los grupos para que se encargaran de la defensa; aunque no había una autoridad central constituida, organizada ni estable. 

La estructura de Jueces es la siguiente:

Prólogo (1,1-3,6). Consta de dos partes 1- Primero se habla de la llegada de las tribus israelitas a la tierra de Canaán y su paulatino asentamiento en sus territorios. 2- Se expresa la enseñanza teológica fundamental del libro: Israel permanecerá en esta tierra mientras sea fiel al Señor, pero en la medida en que se aparte de Dios dejará de contar con el favor divino. El Señor reitera su fidelidad a través de los Jueces que salvan al pueblo. Los relatos de Jueces comprenden seis historias en torno a otros tantos personajes.
I-                Otniel, de la familia de Caleb. (3,7-11) Liberó a los israelitas de la opresión de Cusán Risataim.
II-           Ehud, de la tribu de Benjamín (3,12-30) Tras explicar que los israelitas hicieron de nuevo el mal, fueron oprimidos por Eglón, rey de Moab, narrándose como Ehud venció a Eglón.
III-       Débora, de la tribu de Efraín (4,1-5,32) Los israelitas reincidieron en hacer el mal y fueron oprimidos por Llavín, rey de Jasor. Dios suscitó a Débora para que con la ayuda de Barac reuniera a las tribus e hiciera frente a la situación.
IV-          Gedeón-Yerubaal (6,1-10,5) de la tribu de Manasés. Los hijos de Israel volvieron a hacer el mal y en esta ocasión fueron oprimidos por los madianitas y amalacitas. Dios llamó a Gedeón- Yerubaal para salvar a su pueblo.
V-              Jefté, de Galaad (10,6-12,15) Otra vez más el peligro se cernió contra Israel debido a su infidelidad a Dios. Cuando reconocieron su pecado el Señor les envió a Jefté para liberarlos de amenazas extranjeras.
VI-          Sansón, de la tribu de Dan (13,1-21,25) De nuevo los israelitas hicieron mal a los ojos del Señor, que esta vez los entregó en manos de los filisteos. Pero Dios suscitó un salvador, Sansón, que después de pasar por innumerables circunstancias sacrificó su vida venciendo a los filisteos. Al final de este capítulo también se trata el desorden y la corrupción de costumbres a las que se había llegado al final de la época de Jueces.

   La redacción definitiva del libro de Jueces también fue realizada dentro del proceso de composición de la “historia deuteronomista”, donde cada tribu había ido recordando las hazañas de sus héroes pretéritos que se transmitieron de padres a hijos; aunque algunas tuvieron enseguida forma literaria como fue por ejemplo “el Canto de Débora”. De esta manera, en la época del destierro todos estos relatos fueron agrupados en este libro para ilustrar la enseñanza teológica fundamental propia de esta historia: la inquebrantable lealtad de Dios en contraste con las reiteradas infidelidades  de Israel.  La recopilación de estas tradiciones locales, en el libro de los jueces, ilustran las relaciones de Dios con su pueblo que se ha interesado constantemente por Israel, y que ha actuado en su favor tantas veces como ha sido necesario.
   Hay que tener en cuenta que Dios se reveló progresivamente, de modo gradual, tanto en los contenidos doctrinales como en la sensibilidad ética; por eso, no podemos ahora tomar como modelos unos personajes que actuaron con unas convicciones, que fueron superadas cuando la Revelación alcanzó su culminación en Jesucristo. Incluso en el momento en el que se escribió el libro de Jueces, ya se habían dejado atrás muchas de las conductas primitivas que se manifestaban en dichos escritos. Debemos recordar que, para entender el mensaje que cualquier autor quiere transmitirnos, no se pueden entresacar palabras o narraciones del texto sin tener en cuenta el contexto histórico y el conjunto de la obra. Por ello, leído en su conjunto, se puede apreciar que las hazañas de los Jueces no han sido incluidas en el libro sagrado como modelos de comportamiento ni actitud religiosa  -aunque denotan la rudeza de una época histórica-  sino como testimonio de que Dios no se olvidó de su pueblo, suscitando unos hombres  -con las costumbres y formas propias de dicho momento histórico-  capaces de librarlos de sus opresores. Ya que la fe en el Señor todavía se mantenía en un nivel muy primitivo, sin la clarificación que iría proporcionando el desarrollo posterior de la Revelación, a través de la actividad profética y de la reflexión teológica. Todo el libro sigue el mismo esquema argumental: pecado, castigo y salvación, llamando a mantener la fidelidad en la Alianza. El libro de Jueces es también un canto a la liberación, que alimentará la esperanza en los momentos difíciles del destierro.

   Como siempre, Jueces se ilumina a la luz del Nuevo Testamento, ya que la Encarnación del Hijo de Dios y su misión salvífica son la manifestación patente de que Dios no se despreocupa de su pueblo, ni de la humanidad conjunta. En el Nuevo Testamento, Dios también elige a unos hombres, y sigue eligiéndolos cada día, cuyo fruto demuestra que la eficacia viene de Dios, al constatar la inmensa desproporción  entre las cualidades de los llamados y los resultados conseguidos. El libro de los Jueces está considerado como un anticipo de la acción de Jesucristo, liberador pleno del hombre, que nos salva del pecado y de la muerte.

RUTH: Antes de que se inicie la narración de los orígenes de la monarquía en Israel, la Sagrada Biblia incluye un libro sobre la historia entrañable de Ruth. Es uno de los cinco rollos de pergamino que se leían en algunas fiestas judías y que no formaban parte de la historia deuteronomista, pero que nos llegó insertado en el canon desde los códices bíblicos más antiguos. El libro de Ruth narra la historia de cómo una mujer extranjera, de cuya descendencia nacería el rey David, se incorporó al pueblo de Israel.

Se estructura en dos partes:

I-                Ruth se acoge a la protección del Señor (1,1-2,17)
II-              Ruth se incorpora a la casa de Israel (2,18-4,22)

   El libro  de Ruth, compuesto probablemente cuando Judá era una provincia persa (siglo VI-IV a. C.), deja una puerta abierta a la dimensión universal de la salvación divina. Dicho libro muestra          -precisamente cuando los israelitas insistían en que no se contrajesen matrimonios mixtos, con mujeres extranjeras-  que también fuera de Israel habían mujeres buenas y fieles a Dios, y que Dios contaba con ellas para hacer grandes cosas en la historia de la salvación. La finalidad principal del autor fue enseñar, que el mantenimiento de la propia identidad religiosa y cultural no está reñida con la apretura a otros pueblos y a otras gentes, y así, de esta manera, en la Sagrada Escritura se va insinuando que la salvación de Dios no se limita a su pueblo elegido, sino que tiene una apertura universal. Dios no rechazó a una extranjera, sino que contó con su fidelidad para que formase parte de la línea genealógica del Mesías, ya que Ruth poseía una exquisita sensibilidad religiosa  -como modelo digno de imitación-  escogiendo al Señor como su Dios y poniendo toda su vida bajo su protección. Y es por ello que el Señor bendijo, con abundancia, tal generosidad y fidelidad.

   A la luz del Nuevo Testamento, la tradición cristiana ha visto en Ruth a todos los hombres y mujeres de pueblos muy diversos que, al conocer al Señor, se han incorporado a la Iglesia y han encontrado en ella su casa. San Pablo nos recordó, refiriéndose al libro de Ruth, que Dios está presente en todas las encrucijadas de la vida y que si actuamos, perseverando en la fidelidad al Señor, descubriremos las huellas de su acción en el acontecer diario.

SAMUEL:  Los libros 1y 2 Samuel muestran que poco a poco se fue abriendo paso la idea en Israel de imitar el modelo de las naciones vecinas y depositar en una sola persona, el rey, la autoridad necesaria para mover la fuerza y la misión de dirigir la guerra con un ejército profesional . Ese deseo, que partió del pueblo, será ratificado por el Señor, por medio de Samuel. Y así, la monarquía  será sucesoria a partir de David, como sistema de gobierno querido por Dios para su pueblo; mostrando como modelo a ese rey que, a pesar de sus limitaciones personales y sus delitos, fue siempre favorecido por el Señor y se mantuvo fiel a sus designios, humillándose y pidiendo perdón de sus pecados. La historia contenida en los libros de Samuel abarca una etapa trascendental en la vida de Israel, que se extiende desde el nacimiento de Samuel, el último de los Jueces, hasta el final de la vida de David.
 
   Se trata de un periodo en el que las doce tribus pasaron de un régimen de liderazgo ocasional, a constituir un estado organizado con una monarquía hereditaria y única; mostrando como Dios actúa entre los suyos, eligiendo a sus representantes y manteniendo su Alianza, a pesar de los pecados de los hombres. Los libros marcan la historia centrándose en los personajes que aparecen sucesivamente.

Se estructura de la siguiente manera:

I-                Historia de Samuel. El Arca (IS1,1-7,17) Se presenta a Samuel como profeta y como juez.
II-           Samuel y Saúl (IS8,1-15,35) Unción de Saúl como rey
III-       Saúl y David (IS16,1-2S1,27) Victoria de David contra Goliat. Saúl atenta contra la vida de David.
IV-          David, Rey (2S2,1-8,18) Consagración de David como Rey de Judá
V-              Sucesión de David (2S9,1-20,26) Crimen y adulterio de David. Nacimiento de su sucesor, Salomón. Muerte de Absalón, hijo mayor de David.
VI-          Epílogo.
   Como habían muchas tradiciones que se remontaban a la época de Saúl y de David, que habían sido escritas muy pronto, se presupone que el redactor deuteronomista las elaboró impregnándolas de su propia enseñanza, añadiendo elementos proféticos y poéticos, que dio paso a una primera redacción en tiempos de Josías, dando paso a la definitiva, que fue poco después del destierro. Los libros de Samuel ponen de relieve el sentido religioso de la historia, en cuanto que en ella se refleja el proyecto salvífico de Dios que elige a un pueblo, para llevar a cabo su designio salvador, y dentro del pueblo escoge a unas personas, reyes y profetas, para que lo guíen. Los reyes, como representantes de Dios; los profetas como intérpretes de la historia y defensores de los derechos divinos. Esos profetas, serán los encargados muchas veces de encumbrar y ungir a los reyes, otras de hablarles en nombre de Dios y, si es el caso, recordarles sus delitos y transmitirles la reprobación divina.

   Las narraciones de los libros de Samuel están vertebradas por la Alianza que el Señor hizo con su pueblo y que concretó en David. Unida a la monarquía, en 1y 2 Samuel, vemos a la ciudad de Jerusalén que ocupa un lugar central como capital política y religiosa y sobre todo, como símbolo teológico y ciudad santa desde el traslado del Arca, elevándola a sede de la morada de Dios.

   Fue con la venida de Jesús en el Nuevo Testamento, donde se puso plenamente de manifiesto el horizonte de las promesas hechas a David: no se trataba de la promesa de mantenimiento de un reino terrenal, sino del advenimiento del reino de Dios, de naturaleza espiritual, instaurado por un descendiente de David según la carne: Jesucristo. Tras la Resurrección, los discípulos no dudaron del cumplimiento en Él de las profecías  de Natán, según las cuales se abría una nueva perspectiva, ya que el Señor se comprometía definitivamente con la dinastía davídica, a pesar del comportamiento de sus descendientes. David es modelo cristiano, porque en su pecado se manifiesta la fragilidad humana, y en su llanto de petición de perdón se proclama la misericordia divina. También la ciudad santa de Jerusalén adquiere un sentido profundo en el Nuevo Testamento, como imagen del pueblo escatológico, destinatario definitivo de la salvación.
REYES: Los dos libros de Reyes nos cuentan la figura y obras de Salomón, hijo y sucesor de David, como prototipo de Rey sabio con capacidad de discernir y por tanto de gobernar  -mostrado en la historia de las dos madres-(1Re3,16-28) , para hacernos ver, posteriormente, lo que las tentaciones son capaces de hacer en cualquier hombre, convirtiéndolo en el primer eslabón de una cadena de infidelidades que se irán sucediendo una tras otra. Dios le concedió un reino excelente y él, a pesar de sus virtudes, se dedicó a gozar de los bienes recibidos mostrando un progresivo vaciamiento de valores espirituales, que acabarían arrastrándolo a una corrupción moral generalizada. Exponiendo, como consecuencia, la historia de los dos reinos    -la división-  que se formó a su muerte: Israel, en el norte y Judá en el sur. Nos habla del profeta Eliseo y de la desaparición del reino del Norte; y, posteriormente, de la deportación a Babilonia del rey de Judá y de la población más importante de Jerusalén.

El contenido de los libros de los Reyes se divide en:

I-                El Rey Salomón sucesor de David (IR1,1-11,43)Narración sobre el reinado de Salomón. Edificación del Templo. Por su pecado de idolatría, Dios permitió a su muerte la división del reino.
II-           Reyes de Israel y de Judá (IR12,1-2R17,41) Se presentan los Reyes de Israel y de Judá hasta los tiempos del profeta Elías.
III-       Reyes de Judá hasta el destierro de Babilonia (2R18,1-25,30) Contiene la historia del reino de Judá, tras la caída del reino del Norte, hasta la toma y saqueo de Jerusalén por Nabucodonosor.

   Esta obra fue redactada en la época del destierro, e iba destinada a los judíos  que vivieron el desastre de la invasión babilónica. Tiene por finalidad explicar cómo habían podido suceder aquellas cosas, y animar a la fidelidad al Dios de Israel, el único y verdadero. El redactor de 1 y 2 Reyes se ha servido de materiales previos en los que se apoya y a los que respeta, al introducirlos en su obra, como son: el libro de los Hechos de Salomón; el libro de los anales de los Reyes de Judá y el libro de los anales de los Reyes de Israel. Así como un conjunto literario previo a la redacción final, que constaba de bloques temáticos que fueron incorporados a los libros de los Reyes. El autor sagrado seleccionó las noticias o narraciones que mejor le servían para mostrar cómo el pueblo, representado en los Reyes, habría obrado de tal manera que el castigo se hizo inevitable, a pesar de las palabras y advertencias de los profetas.

   En su conjunto, 1y 2 Reyes muestran lo mismo que el Deuteronomio: que el destino del hombre depende de su fidelidad a Dios; y que éste está abocado al fracaso cuando abandona al verdadero Dios y a su Ley, sometiéndose al servicio de los ídolos. De la misma manera, 1y 2 Reyes pone ante nuestros ojos el conocimiento de Dios que adquirió Israel, a lo largo de su historia, y como llegó a él; así como nos hace ver la condición del hombre pecador, y al mismo tiempo deseoso y necesitado del verdadero Dios.

   1 y 2 Reyes nos muestran también como fue actuando Dios con su pueblo,  desplegando su justicia  -fidelidad-  y su misericordia, preparando la venida de Cristo. Dio a su pueblo un rey justo y fiel, David, prometiendo que su descendencia  permanecería siempre en el trono. Eligió el Templo de Jerusalén, para que fuera morada de su santo Nombre, y escuchar allí la súplica de su pueblo, pasando ahora al Templo la presencia de Dios que en otro tiempo acompañaba al Arca. Y a pesar de ese despliegue de promesas misericordiosas, a las que el Señor siempre fue fiel  - realizándose en Cristo de una forma no siempre comprensible para el hombre-, el pueblo no lo fue. De esta manera, la ascendencia davídica de Jesús se fundamenta en la voluntad de Dios que elige y constituye a José como padre de Jesús, inagurando el Reino con su venida y trascendiendo las categorías del reinado de un rey humano e histórico. Es el Reino mismo de Dios, que se realiza en la historia con la presencia de Jesús de Nazaret, el Rey Mesías, Jesucristo. Pero su reino no es de este mundo y está formado por judíos y gentiles, personas que participan todas ellas  de la realeza de  su Señor porque han acogido a Cristo. El Templo del Señor es el santuario de su Cuerpo; y la Jerusalén celestial, la Iglesia, consumada en gloria al final de los siglos.