8 de septiembre de 2014

¡Ése Matrimonio Santo!



Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23.

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón;
Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.
Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;
Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;
Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías.
Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías;
Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías;
Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel;
Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor.
Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud;
Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".

COMENTARIO:

  Este Evangelio de Mateo, comienza con la genealogía de Jesús, hasta llegar a Abrahán. Con ello, el escritor sagrado quiere demostrarnos que el Señor procede del pueblo de Israel, con el que Dios se comprometió a bendecirlo y engrandecerlo, enviándoles un Mesías que liberaría al mundo de la esclavitud más grande: el pecado. Y, justamente, especifica como en Cristo se cumplen estas promesas universalistas que Dios hizo al patriarca, padre de naciones.

  A la vez denota, cómo hará Lucas en sus textos, que ése Jesús , que era consustancial y de la misma naturaleza divina que el Padre, se dignó hacerse consustancial con su Madre y asumir su naturaleza humana, en la que estamos todos los hombres –los de ayer, los de hoy y los de mañana- representados. No nos hubiésemos podido beneficiar de su victoria sobre el pecado y la muerte, si esa victoria se hubiese logrado al margen de nuestra naturaleza. Y así, de esta manera tan maravillosa, ata Dios el destino de los hombres, al de su Hijo, a través de María. De esa muchacha israelita que, en su humildad, está totalmente dispuesta –cueste lo que cueste-  a unir su voluntad a la voluntad divina. No le importan los sucesos que van a sobrevenir con su decisión: la duda de José, la incomprensión de sus padres, la maledicencia de sus vecinos… Ya que descansa en el Altísimo y solamente quiere su honra, si sirve a los planes de Dios.

  Pero Mateo, a diferencia del Evangelio lucano que narra los mismos hechos fijando su atención en la Virgen, lo hace poniendo sus ojos en san José. Por eso nos detalla que el santo Patriarca es el que recibe la explicación del ángel sobre la concepción virginal, y quien sin ninguna duda, acoge al Niño y a su Madre en su casa y en su corazón. Dios quiere que le imponga el Nombre a su Hijo, porque éste hecho significaba, en aquellos momentos, un signo de verdadera paternidad y la responsabilidad adquirida libremente, de cuidar a la Sagrada Familia.

  Así es la economía de la salvación, donde el Padre celestial escoge a ese hombre joven, de la tribu de David, para que sea, aquí en la tierra, el encargado de proveer la inserción de su Hijo, respecto a las disposiciones divinas y las leyes humanas: de él aprenderá Jesús a ser, humanamente, un hombre de provecho. Toda esa vida de Cristo –la vida oculta- que durará treinta años, y nos enseñará a cada uno de nosotros a vivir nuestra cotidianidad, santificando cada momento; ha sido confiada a la custodia de san José. El propio tesoro del Espíritu Santo, la Virgen Santísima, descansa bajo la protección humana de aquel varón galileo.

  Poco se expande el Evangelio en desgranar las virtudes de José; pero en los pocos episodios que nos narra, se vislumbra su amor incondicional a María y su rendida disponibilidad al Señor. Él es maestro de ese amor que, por aceptación libre a los planes de Dios, deja a su Esposa liberada de los compromisos de desposada. Él sabe querer en un abrazo, en una renuncia, en una mirada…en la entrega de su corazón, al misterio divino. Nosotros, cuando leemos este texto donde se cumple el oráculo de Isaías, que vaticinó hace un montón de siglos, comprobamos como ése prodigio –que es el más grande que ha ocurrido en la historia de la humanidad- se ha llevado a cabo gracias a la fe rendida de dos criaturas admirables: María y José.

  Por eso nosotros, que formamos nuestra propia familia para que sea Iglesia doméstica donde se viva y se fomente esa virtud teologal, por encima de todo, hemos de pedir a los Padres de Jesús, aquí en la tierra, que nos enseñen a vivir su disponibilidad y su entrega. Que sean para nosotros, ejemplo de ese amor verdadero, que surge del corazón y es capaz de superar todas las vicisitudes, porque es imagen del amor trinitario que se profesan las tres Personas divinas.

  San José supo escuchar la voz que le hablaba, cuando su mundo se oscureció ante la realidad que se le presentaba. Pero no olvidemos nunca que esa realidad divina, muchas veces, no tiene que ver nada con la nuestra; ya que se trata de los planes de Dios. Sepamos abrir nuestros oídos a su Voz y estar dispuestos a aceptar sus caminos –a veces tortuosos- que nos conducen al lado de Nuestro Señor. Unámonos entre nosotros, y juntos recemos pidiendo la intercesión del Matrimonio Santo. Ellos nos ayudarán a conseguirlo, no os quepa ninguna duda.