Evangelio según San Lucas 21,5-11.
Como
algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y
ofrendas votivas, Jesús dijo:
"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".
Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".
Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo."
"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".
Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".
Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo."
COMENTARIO:
Este Evangelio
de Lucas, como el resto de los sinópticos, conserva este discurso que hizo el
Señor sobre la destrucción del Templo de Jerusalén, que tendrá lugar cuarenta
años después. Y teniendo como base este hecho, el Maestro entrelaza otras
cuestiones que están muy relacionadas entre sí, y que son esos signos que
llegarán y anunciarán que ya está cerca el Fin del Mundo; así como Su venida,
en gloria y majestad.
Nunca podemos
olvidar, que el Hijo de Dios quiso vivir en un lugar y en un momento
determinado; por eso, su forma de expresarse y la manera en la que Lucas tiene
de transmitírnoslo, es del género literario apocalíptico. Es decir, que está
lleno de imágenes que no siempre nos son fáciles de interpretar. Pero para ello
hemos de recordar que, como decía Galileo, el Señor en las Escrituras nos
manifiesta cómo ir al Cielo; no, como va el Cielo. Por eso es un craso error,
tomar al pie de la letra lo que muchas veces es una forma de hablar o de
escribir, específica de un lugar y de un periodo determinado. Debido a esto,
cuando un tiempo después Tito arrase Jerusalén, y destruya toda la obra que
Herodes el Grande había emprendido en el año 20, para reconstruir y ampliar el
Templo edificado tras el exilio de los judíos a Babilonia, muchos pensarán que
el Final de los Tiempos está cerca. Y Jesús, que conoce hasta nuestros
pensamientos más ocultos, para evitar eso, nos repetirá que a pesar de que nos
de unos signos –como son la aparición de falsos mesías, salvadores de la patria;
las guerras; las múltiples revoluciones; y otros muchos desastres que vivirán
los que quieran expandir su Reino-el día y la hora, sólo la sabe Dios.
Todo este capítulo, sin embargo, tiene una
connotación muy práctica para todos aquellos que vivimos el día a día de
nuestro cristianismo; porque nos habla el Señor, a los que consideramos esos
hechos en la lejanía de la historia, y no pensamos en lo que está por venir. A
los apóstoles, que contemplaban la belleza del edificio sagrado, y que les vaticinó
Jesús el desastre que estaba por suceder, les debía parecer un imposible lo que
estaban escuchando. Como nos puede suceder a nosotros y, sin embargo sabemos,
por propia experiencia, que la Palabra de Dios es inmutable. Que el “cuando” es una incógnita y el “donde”
una certeza; porque será aquí, en el mismo lugar donde estamos donde todo
terminará, para dar paso a un “para siempre” en cuerpo y alma, cerca o lejos de
Dios; en función de nuestras libres decisiones.
Pero es en este “durante”, donde el Señor nos
insiste en la necesidad de estar serenos y no tener miedo; porque a todos los
que luchamos por vivir al lado de Jesús, frecuentando sus Sacramentos, se nos
dará la luz del Espíritu que nos permitirá iluminar nuestro conocimiento. Y
sólo así, con la Gracia divina, seremos capaces de descubrir la falsedad de
muchos y reconocer la auténtica Verdad, que descansa en Cristo. Por eso es
maravilloso que, pase lo que pase, el Hijo de Dios nos prometa su asistencia,
hasta el fin de los días. Otra cosa muy distinta, es que nosotros estemos dispuestos
a aceptar su ofrecimiento; y combatir por adquirir las virtudes, que nos
previenen contra las insidias diabólicas que intentarán sin descanso, hacernos
perder la paz.