26 de abril de 2013

levítico, Números y Deuteronomio


Como los tres capítulos que quedan para completar el Pentateuco están muy resumidos, os los he puesto agrupados en un solo artículo. Espero que os sirvan

LEVÍTICO:

    El contenido del Levítico nos recuerda que cuando el pueblo se encontraba en el desierto, el Señor lo llamó a Sí para hacer de él una gran nación, una nación santa. Las normas y prescripciones que están contenidas en él tienen como fin reglar el modo de mantenerse en santidad, indicando los procedimientos necesarios para volver a esa cercanía con Dios si uno se había apartado de ella por el pecado; tratando, la mayor parte del libro, de temas relativos a sacerdotes y levitas, ya que es como un ritual de la liturgia judía. Se distinguen cuatro partes:
·        1ª parte: prescripciones sobre los sacrificios (1,1-7,38)
·        2ª parte: institución de los sacerdotes (8,1-10,20)
·        3ª parte: ley de la pureza ritual (11,1-16,34)
·        4ª parte: ley de santidad (17,1-26,46)
 
   Una lectura superficial del Levítico puede dar la impresión de que este libro resulta incomprensible y sin utilidad alguna en nuestros días, pero se puede descubrir entre sus líneas un significado religioso de actualidad permanente, ya que el hombre sigue ofreciendo el acto de culto como manifestación adecuada de sus sentimientos hacia Dios: adoración, reconocimiento, gratitud y súplica, aunque es cierto que no siempre cuidamos ni tenemos presente el modo en el que Dios ha querido y quiere recibir su culto. Una lectura atenta del Levítico permite observar que éste no sólo ofrece una normativa meramente formal, sino que en él se encuentran unas normas morales que reflejan una enseñanza sobre Dios y el hombre, así como las relaciones que deben existir entre ambos y que se hacen extensivas al trato con los demás, si surgen del corazón y son verdaderas.

   El Levítico nos recuerda que, poco a poco, el culto se ordenó a través de unas normas rituales que hicieron surgir la necesidad de unas personas, con cierta autoridad, para hacerlas cumplir. De esta manera, por hacerse necesaria, surgió la función sacerdotal y los sacerdotes. Posteriormente, su tarea se amplió a la función docente, donde explicaban la ley y la transmitían de generación en generación, legislando las costumbres y tradiciones de sus padres así como la proclamación del querer de Dios al pueblo.

   Es cierto que la mejor manera para leer y entender el Levítico es meditándolo a la luz del Nuevo Testamento, ya que todo lo que en él se contiene es una clara prefiguración de la realidad que llega a su plenitud con la Redención, donde Jesús instauró, unidos a Él, un nuevo culto al Padre, movidos por el Espíritu Santo. El Sacrificio de Cristo es la culminación de todos los sacrificios  -holocaustos-  del Antiguo Testamento, donde el Señor se ofrece como víctima perfecta, manifestándolo Pablo en  la “Carta a los Hebreos”; así como el culmen de la función sacerdotal, que es la que se da en Jesucristo, ya que se ofrece por nuestros pecados al Padre como mediador  -sacerdote-  perfecto entre Dios y el hombre. Recordándonos que la plena pureza  de la que nos habla el Levítico, necesaria para acercarse a Dios, procede de las profundidades del corazón del ser humano, no sólo de unos rituales externos que pueden  no estar de acuerdo con una adecuada, verdadera y recta conciencia personal.


NÚMEROS:

   El contenido del libro se caracteriza por su variedad temática y literaria, encontrando en él numerosos episodios de carácter narrativo, junto a textos legales de bastante amplitud, y pequeñas piezas poéticas; mientras que otros pasajes vienen a ser una repetición de lo que encontramos en otros lugares. En realidad Números nos muestra distintos escenarios del desierto en los que se va encontrando el Pueblo de Israel. Cuatro son los escenarios y las partes que  forman el libro:
·        1ª parte: el pueblo en el desierto del Sinaí (1,1-10,10)
·        2ª parte: El pueblo en Cadés (10,11-20,21)
·        3ª parte: el pueblo en el camino entre Cadés y Moab (20,22-21,35)
·        4ª parte: el pueblo en las llanuras de Moab (22,1-36,13)
  
A pesar de que muchos de aquellos relatos que narra el libro reflejan el ambiente que se vivía en el desierto, lo cierto es que Números ofrece más bien una interpretación del significado de aquella época, vista desde una perspectiva posterior: la vida y la historia de un pueblo que se ha debatido entre la infidelidad a Dios, sufriendo los castigos subsiguientes, y el servicio a ese Dios mediante el culto en el Templo, experimentando su misericordia.

   Números nos muestra, de una forma peculiar, cual es el modo de actuar de Dios con su pueblo, apareciendo como el guía que los llevó, a través del desierto, a la tierra prometida. Ya no son una muchedumbre informe, como cuando salieron de Egipto, sino una comunidad santa, que puede ser detalladamente censada, formada en virtud de la Alianza. El desierto es ahora un lugar de paso, lleno de dificultades, ante el cual el pueblo experimentó la tentación del desánimo y de la rebeldía contra Dios que les había llevado hasta allí; pero a su vez, ese fue el lugar en el que conocieron el perdón y la misericordia divinas y comprendieron que, a través de las sucesivas pruebas, el Señor les purificó consiguiendo una íntima unión con Él. Esa circunstancia pervivirá en la memoria de Israel como una época dorada de su relación con Dios en contraposición al aburguesamiento y relajación que se produjo en épocas posteriores de mayor bonanza.

   Es por eso, que una de las tradiciones más importantes de Israel es la que recogió relatos acerca de la estancia del pueblo en el desierto, ya sean orales y transmitidas de padres a hijos, o como núcleo de reflexión y enseñanza, que posteriormente se unió a noticias sueltas de episodios particulares, constituyendo un bloque narrativo que sirvió para presentar numerosos textos legales. Entre sus líneas podemos descubrir el espíritu de la tradición sacerdotal que dio unidad al conjunto de Números.

   A la luz del Nuevo Testamento vemos en Jesucristo la actualización de las realidades del desierto. Los israelitas sabían que Dios se encontraba entre ellos porque una nube cubría la tienda del encuentro. María es la tienda del encuentro de Dios con el hombre, a través de la Encarnación del Verbo; Cristo es Dios con nosotros, el Emmanuel, el Hijo de Dios que se ha quedado para siempre en medio de los hombres. El Pueblo de Dios, la Iglesia, avanza en el tiempo de la historia sometido a múltiples pruebas, pero con la seguridad de tener la protección divina como la tuvo el antiguo pueblo de Israel, del que es imagen, camino de la patria definitiva. Por eso la Tradición, bajo la orientación del Nuevo Testamento, ha descubierto numerosos simbolismos en el libro de Números, desde imágenes de Jesucristo, María, la Iglesia y la propia vida cristiana.


DEUTERONOMIO:

   El Deuteronomio narra los acontecimientos principales del final de los cuarenta años de vida errante de los israelitas bajo la guía de Moisés. Éste les enseña, a punto de emprender la conquista de la tierra que  Dios les va a entregar, en unos discursos de despedida o testamento, la conducta que siempre deberán seguir y para ello recapitula los principales sucesos acaecidos, dirigiéndoles algunos discursos exhortativos.

   Las características teológicas, literarias y estilísticas que se observan comunes en el Deuteronomio, Josué, Jueces, Samuel y Reyes , han llevado a los investigadores a considerar que dichos escritos son el fruto de una impresionante labor teológica, histórica y literaria de una tradición o escuela que puede denominarse “Deuteronomista”; la cual recibió la herencia de generaciones precedentes, así como la inspiración del Espíritu Santo, dando como fruto la primera gran teología de la historia del pueblo de Israel, desde su establecimiento en la tierra de Canaán, a finales del segundo milenio antes de Cristo, hasta la cautividad de Babilonia (siglo VI a. C.).
  
   El hondo sentido de Israel acerca de su identidad de pueblo elegido y la providencia de Dios, han realizado la más grandiosa historia que la humanidad ha concebido. Así pues, el Deuteronomio sirvió como prólogo a esa gran explicación teológica de la historia, realizada dentro de la tradición, que se apoyó en materiales históricos y jurídicos previos y en antiquísimas tradiciones, señalando, a la vez, la presencia activa que tuvieron los profetas en momentos decisivos de su historia.
   Así se fue enseñando al pueblo que la promesa de la tierra prometida no había sido hecha de forma absoluta, sino condicionada al cumplimiento de lo pactado en la Alianza. Una buena muestra puede ser el siguiente texto del Deuteronomio: “Hoy pongo ante ti la vida y el bien, o la muerte y el mal. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios que yo te ordeno hoy, amando al Señor tu Dios, marchando por sus caminos y guardando sus leyes y normas, entonces vivirás y te multiplicarás: el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra que vas a tener en posesión. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar postrándote ante otros dioses y dándoles culto, entonces os anuncio hoy que pereceréis sin remedio y no prolongaréis los días en la tierra que vais a tomar en posesión una vez que paséis el Jordán. Hoy pongo por testigo contra vosotros los cielos y la tierra; pongo ante vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición; elige, pues, la vida para que tu y tu descendencia viváis amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a Él, porque Él es tu vida y la prolongación de tus días en la tierra que el Señor prometió a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”(Dt.30,15-20)

   Esa será la norma para ir juzgando los distintos acontecimientos de la historia: la correlación entre la fidelidad y la Alianza. Israel no puede culpar a Dios de incumplir su palabra, ya que son los pecados de Israel los que han hecho desembocar los acontecimientos hacia la tragedia del destierro. El Deuteronomio se divide en:
·     Introduccción: (1, 1-5)
·     1ª parte : Primer discurso de Moisés :introducción histórica (1,6-4,43)
·     2ª parte : Segundo discurso de Moisés: La ley –es la parte fundamental- (4,44-28,68)
·     3ª parte : Tercer discurso de Moisés: La Alianza de Moab (28,69-30,20)
·     Conclusión histórica (31,1-34,12)

   La enseñanza teológica básica del Deuteronomio se podría resumir en la siguiente característica: un Dios, un Pueblo, un Templo, una Ley. La unicidad de Dios, el convencimiento de que sólo existe un Dios único marca a su vez un solo culto en un solo Templo, con una única alianza a un solo pueblo: el Pueblo de Dios. Como podemos observar, esas premisas alcanzan su plenitud en el Nuevo Testamento, a través de Cristo, que llama a todos los hombres a participar de una única naturaleza divina por la Gracia, siendo todos uno con el Padre a través del único Templo que es el Cuerpo de Cristo y a través del único pueblo, que es la Iglesia de todos los bautizados. Bajo la ley universal del amor que engloba en sí todos los preceptos fundamentales.