16 de julio de 2014

¡Las falsas ideologías!



Evangelio según San Mateo 11,25-27.


Jesús dijo:
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."

COMENTARIO:

  Este Evangelio de Mateo nos transmite una bella oración de Jesús, donde se dirige al Padre y le agradece que hay iluminado los corazones de aquella gente humilde, que ha aceptado la Palabra y ha podido descubrir, en su Humanidad Santísima, la encarnación del Verbo divino. Esas personas sencillas, que no ponen su seguridad en su sabiduría –no porque no la tengan- sino en la Providencia; ya que solamente el descubrimiento y la aceptación de nuestra fragilidad, será lo que nos permitirá descansar en la Gracia y poner en el Señor nuestras esperanzas. Esa confianza humana, que es una especie de motor que hace moverse al presente con la ilusión del futuro; y que, trascendida con la luz del Espíritu, es esperanza en el Cielo y en la ayuda de Dios.

  El mensaje cristiano, como le sucedió al propio Cristo, ha sido perseguido y ridiculizado por aquellos soberbios que, llenos de sí mismos, han sido incapaces de dejar en su corazón, un lugar para el Señor. Eran aquellos que, seguros de sus propias fuerzas y creyéndose en el conocimiento de la verdad, dieron la espalda a la Verdad: Jesucristo. Los primeros discípulos, tuvieron que sufrir la arrogancia gnóstica, que mezclaba el cristianismo con el platonismo y con muchas fantasías religiosas. Lo triste es que, con diferentes denominaciones, han seguido apareciendo a lo largo de la historia para hacer sucumbir a los hombres, y apartarlos de la verdadera doctrina evangélica. Recordemos y pongamos como ejemplo de uno de ellos, los movimientos New Age, sobre los que el Magisterio nos ha advertido de su peligro.

  En otras épocas, sobre todo en el medioveo, se encontraron visionarios que pensaban ideologías futuras; y en la época moderna, surgieron las ideologías materialistas –sobre todo las nacional socialistas (los nazis) y los marxistas- que nos prometieron el cielo en la tierra. Todos creían conocer las leyes que mueven la historia y que contribuyen a una sociedad perfecta. Les parecía, y les sigue pareciendo, todo tan fácil y maravilloso que, para alcanzar el fin preciso, utilizaron todos los medios; y no se pararon ante nada para conseguirlo. Los hechos, como bien sabéis, aunque parece que a veces lo olvidamos, han demostrado el error que cometieron y, sobre todo, la equivocación más brutal que ha sido denominador común en todos ellos: la soberbia de pensar que podían construir algo, verdaderamente bueno, excluyendo a Dios del mundo y del interior de los hombres.

  Cada minuto de nuestro tiempo, ha demostrado esas palabras que Jesús pronunció en su Evangelio: la Felicidad del ser humano y por tanto, de la sociedad que conforma, radica en permitir y aceptar que el Señor rija nuestras vidas. Porque hacerlo, es abrir nuestro interior al amor divino y asumir la responsabilidad de cuidar de nuestros hermanos. El Señor con su sí, expresa su adhesión al querer del Padre y nos insta a seguir su ejemplo y descansar en su Voluntad; aceptando el mensaje de Cristo, como Palabra hecha Carne, que nos transmite y nos llama a identificarnos, mediante los Sacramentos, con el Hijo de Dios. Los cristianos estamos llamados a ser ciudadanos del mundo, para poner al Señor en la cúspide de todas nuestras acciones y aspiraciones; sembrando la justicia y la caridad, como núcleo central de nuestra vida. Y eso no tiene una definición política, sino la responsabilidad del hombre creyente que quiere cumplir la voluntad de Dios.