Evangelio según San Mateo 11,20-24.
Jesús
comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros,
porque no se habían convertido.
"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".
"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".
COMENTARIO:
Este Evangelio
de Mateo, comienza con unas palabras de Jesús reprendiendo a los habitantes de
Corazín y Betsaida. Ante todo llama la atención que el Señor se refiera a los
muchos milagros que realizó entre su gente, cuando el Nuevo Testamento no ha
dado testimonio de ninguno; manifestándose así el hecho que nos cuenta san
Juan, en los últimos capítulos de su Conclusión:
“Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas
y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay, además, otras
muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni
aún el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir”.
Los escritores
sagrados, tras relatarnos la vida de Cristo con hechos y palabras, nos
anunciaron que habían obviado muchas cosas en su deseo de transmitirnos la
realidad de Jesús: como Verbo encarnado y Mesías prometido. Ellos decidieron
hacernos llegar lo que, por inspiración divina, les pareció más importante para
la edificación de una fe que no descansa en un mito absurdo, sino en la propia
historia donde los personajes tienen nombres y apellidos, y los hechos
acaecidos datación en el tiempo y en diversos lugares. El Evangelio es un
destello de la Luz que inundó, en aquellos días, a Israel. Es un fiel reflejo,
aunque limitado, de los pasos del Señor por esta tierra para marcarnos el
camino que conduce a la salvación.
Como ya sabéis,
Corazín y Betsaida eran dos ciudades florecientes que estaban situadas a
orillas del lago de Genesaret, cerca de Cafarnaún; lugar que el Maestro
frecuentaba mucho. Por eso Jesús, durante su ministerio público, predicó
abundantemente a sus habitantes y obró en ellos, cuantiosos milagros. Ese es el
motivo de que le duela al Señor que esas pruebas de amor y esa etapa
transcurrida a su lado, no hayan servido para ablandar su corazón –endurecido por los pecados- y, arrepentidos, hayan abierto sus ojos a la
Verdad de su mensaje. Le “desgarra” a Jesús el cerrajón de sus almas, ante el
tesoro de la salvación; y, a la vez, se queja del tiempo perdido con ellos,
porque es un tiempo robado a sus hermanos, que hubieran podido responder
afirmativamente a la llamada de Dios. Por eso su responsabilidad es aún mayor;
ya que no sólo deberán responder de sus actos, sino de lo que sus actos han
influido, en la edificación de la fe de los demás.
Jesús les pone
el ejemplo de Tiro y Sidón, dos ciudades de Fenicia que, junto a Sodoma y
Gomorra, eran célebres por sus vicios. Ellas fueron modelos clásicos entre los
judíos –como resaltaron Ezequiel e Isaías en sus profecías- del castigo de Dios
a sus habitantes por los pecados cometidos. ¿Qué hubiera sido de ellos, si
hubieran contemplado los milagros y hubieran escuchado las palabras de Jesús?,
les pregunta el Maestro. Porque con estas alusiones, quiere el Señor resaltar
la ingratitud de las personas que, teniéndolo todo para creer, pierden la
oportunidad de conocerle y deciden, libremente, no convertirse. A esas, nos
dice, se le pedirán más cuentas y su castigo será más grave, en el Juicio
Final.
Comprenderéis,
al meditar el texto, que parece que Jesús nos habla directamente a nosotros. A
ti y a mí, que hemos recibido todas las facilidades para ser fieles a su
Voluntad. Que vivimos en un país de raíz cristiana, que aunque sufre desde hace
tiempo una profunda irreligiosidad y, a pesar de las dificultades que puedan
surgirnos, nos permite practicar en paz y libertad nuestra fe. Y esto es un
hecho común y habitual para todos, fruto de los derechos adquiridos al ser
reconocidos como personas.
Cada uno de
nosotros hemos sido testigos de los milagros que el Señor ha hecho y hace; y
por los que nos exige que seamos sus testigos, y fieles discípulos que
proclaman al mundo su salvación. Por eso nos insta a reprender a aquellos que,
después de caídos, no quieren levantarse y se obstinan en el mal, entregados a
la desidia. Jesús ha querido que, siguiendo su ejemplo, llamemos a todos –como
Iglesia- al arrepentimiento y la conversión. Que no aburguesemos la fe, sino
que sea el producto de un Amor que enciende las almas que toca, convirtiéndolas
en una hoguera de entrega y responsabilidad. Que recemos y copiemos la actitud
de aquellos que son paradigma nuestro, al luchar por transmitir la Verdad del
Evangelio, en lugares donde hacerlo, implica persecución. Convencidos de que
damos a los demás, lo que el Señor nos entregó: la Luz de la Esperanza.