17 de mayo de 2014

¡Carta a Tito!



CARTA A TITO: 

 Esta es la más breve de las tres Cartas Pastorales y figura a continuación de la segunda carta a Timoteo e inmediatamente  antes de la brevísima carta a Filemón, que es la última de las dirigidas a personas con las que se cierra el epistolario paulino. Presenta muchas similitudes con la primera carta a Timoteo, invitando a Tito a centrar la atención en Jesús, nuestro Salvador, y en el cambio de vida y actitudes que supone la experiencia de la iniciación cristiana. Al servicio de estos objetivos está la labor pastoral encomendada a Tito y a los ministros de la Iglesia, estructurándose la carta de la siguiente manera:

·        Saludo: Comienza, como es habitual en las cartas de san Pablo, con una compleja fórmula de saludo (1,1-4) aludiendo a que Dios es nuestro Salvador y dejando entrever el afecto hacia su discípulo.
·        Primera Sección: El Apóstol transmite a Tito sus instrucciones acerca de la organización de las comunidades cristinas en Creta, gobernadas, cada una por un ministro con las condiciones morales idóneas para su función, y al que corresponde corregir y evitar la influencia, perniciosa para la fe, de los que difunden doctrinas extrañas (1,5-16)
·        Segunda Sección: Algo más extensa, está estructurada como en círculos concéntricos en torno a la idea de que en Jesucristo se ha manifestado la Gracia Salvadora de Dios a todos los hombres, y por tanto, los cristianos han de renunciar a la impiedad para vivir conforme a la piedad (2,11-15). Antes se enumeran algunos deberes, según la edad y condición de cada uno (2,1-10) y después, otros comunes a todos; estas obligaciones se sitúan en el ámbito del respeto a la autoridad legítima y de la necesidad de evitar disputas doctrinales que no aprovechan para nada (3,1-11)
·        Epílogo: La carta termina con unas recomendaciones finales y unas palabras de despedida (3,12-15)
   Tito, hijo de padres paganos, fue convertido seguramente por Pablo, a juzgar por el cariño que éste le demuestra; y junto con Bernabé, compañero del Apóstol en el viaje que hizo a Jerusalén para contrastar, con quienes tenían autoridad en la Iglesia, el contenido de la predicación a los gentiles. Por lo que dice la carta a él dirigida, Pablo le dejó en la isla de Creta para que continuara la labor misional que los dos juntos habían emprendido, hasta que lo relevaron Artemas y Tríquico.

   El ambiente que refleja la carta es muy parecido a la primera de Timoteo: una comunidad cristiana fundada por san Pablo, en los que son necesarios unos ministros dignos al servicio de la “sana doctrina” recibida del Apóstol, frente a lo que predicaban doctrinas perturbadoras. Sigue con un vocabulario y un estilo particular dentro del corpus paulino, que ha granjeado dudas entre algunos autores, aunque parece claro que fue redactado con la autoridad y la doctrina del Apóstol; siendo recibida como escrito apostólico en las comunidades a las que se dirigía. Los grandes temas doctrinales de esta carta son los mismos que se apuntaron en la primera carta a Timoteo: la organización de la Iglesia, la salvaguarda de la recta doctrina y la fe en Jesucristo Salvador nuestro. Vamos a darle un ligero repaso:
·        Jesucristo Salvador: como es frecuente en las Cartas Pastorales, a Cristo se le nombra como “el Salvador”; subrayando su humanidad, en la cual se realiza la manifestación de su divinidad.
·        La Iglesia: Describe, a grandes rasgos, la importancia de su naturaleza y su organización. La Iglesia es depositaria del plan divino de la salvación que Jesucristo realiza con su sangre, estableciendo la Nueva Alianza y haciendo de la Iglesia “su pueblo escogido” Tt. 2,14. Por eso la Iglesia prolonga y actualiza la acción salvadora de Jesucristo, ya que es el pueblo rescatado de la iniquidad y purificado con el sacrificio. Los ministros tienen la función esencial de predicar la Palabra de Dios, cuidando la sana doctrina  -de la Palabra y las personas-  frente a la corrupción de la verdad que promueven los falsarios. La estructura de la Iglesia, según se refleja en esta carta y en 1-2 Timoteo, marca el comienzo de la sucesión apostólica. Primero está la autoridad del Apóstol  -presente o ausente-  y en segundo lugar éste delega su potestad en su representante; pero además, como la misión que le ha sido encomendada tiene que perdurar, debe elegir continuadores en la guía de la comunidad: son los presbiterio-epískopoi; asomándonos a los orígenes de la distribución jerárquica entre los ministros de la Iglesia, que tomará cuerpo a comienzos del siglo II, como reflejan los escritos de san Ignacio de Antioquía.
·        La vida cristiana: El cristiano está llamado a comportarse rectamente porque Cristo lo ha librado de toda iniquidad; y por ello debe esforzarse por practicar obras buenas, porque ha creído en Dios, se sabe redimido por Cristo y está fortalecido por la Gracia para hacer el bien.