12 de mayo de 2014

Como sabéis que siempre recurro a vosotros cuando preciso de favores u oraciones, no voy a hacer una excepción en estos momentos en los que mi tercera hija ha contraído sagrado matrimonio. En estos momentos en que la familia cristiana está sufriendo uno de los embates diabólicos más difíciles de soportar, hemos de rezar sin descanso por todas aquellas parejas que han decidido unirse en el Sacramento y fundar nuevas Iglesias domésticas. Nos necesitan a su lado, aunque nos separen continentes de distancia; porque todos estamos unidos en la fe de Cristo. Por eso y como siempre, os agrezco vuestras plegarias y os doy un caluroso abrazo.